Susana Suárez tiene 18 años, es jugadora del primer equipo de Baloncesto Femenino de León y seguro que nunca habría pensado en la posibilidad de morir en la cancha, el lugar que convirtió el deporte en su estilo de vida. Es cierto que es poco probable, que estas cosas ocurren pero nunca cerca de uno mismo y, especialmente por eso, estos casos suelen pasar desapercibidos cuando, en realidad, que un aparato sea capaz de salvar una vida es casi un milagro.
Todo cambió para Susana durante un entrenamiento hace cuatro años. La jugadora sufrió un desvanecimiento que alertó tanto a sus compañeras como a Elena Rodríguez, trabajadora del Servicio de Deportes. "Ese día ya habían terminado lo que es el entrenamiento y estaban tirando unos tiros libres. Se desplomó Susana y me vino a avisar una de sus compañeras. Cogí el desfibrilador y salí corriendo a la cancha. Llegué, le pusimos el desfibrilador y recomendó dar una descarga", comenta la trabajadora.
"Yo no soy médico, ni enfermera, ni nada por el estilo. Trabajo en unas instalaciones deportivas y creo que cualquiera puede usar un desfibrilador. Es muy sencillo. Debes seguir las instrucciones que él mismo te va dando", ha asegurado la trabajadora. Aunque los médicos han comunicado a la jugadora que no podrá volver a practicar deportes de contacto por precaución, Susana Suárez se siente muy agradecida a las personas que no desistieron en su reanimación.
"Cuando pasa todo y reflexionas y piensas en todo lo que has vivido, es cuando te embargan los sentimientos. Los desfibriladores creo que tienen que estar en todos los sitios públicos. En los estadios, los pabellones... en todos lados, por que a la vista está que salvan vidas. Te sientes bien al poder ayudar a una persona y que haya salido bien. Eso es lo mejor", recuerda Elena Rodríguez.