Alan tenía tan solo dos años cuando murió ahogado tratando de escapar del horror de la guerra siria. Su cuerpo sin vida apareció varado en una playa turca en septiembre de 2015, después de que su familia se embarcase a la desesperada en un bote para tratar de llegar a Grecia.

La demoledora fotografía del pequeño, cuya madre y hermano también perecieron en la peligrosa travesía, dio la vuelta al mundo. La hizo la fotógrafa turca Nilüfer Demir, y puso rostro a la tragedia de miles de refugiados sirios, despertando la indignación internacional.

Aunque la prensa en un principio se refirió a él como Aylan, su nombre en realidad era Alan, como desvelaría su tía tiempo después en un libro. Aunque los homenajes y protestas por su muerte se sucedieron por todo el mundo, desde entonces miles de personas han seguido muriendo cada año a las puertas de Europa, tratando de escapar de un conflicto que persiste en Siria, del que se ha recrudecido en Libia, o de Afganistán, entre otros países asolados por la guerra.

Según las estimaciones de ACNUR, al menos 2,277 personas fallecieron en el Mediterráneo solo el año pasado, y 581 en lo que va de 2019, tratando de escapar de conflictos bélicos. Mientras, en el continente de destino ha resurgido una extrema derecha que pretende poner freno a su llegada.

Entre aquella fotografía y la de Valeria y su padre, que aparecieron ahogados el domingo a orillas del Río Bravo en la frontera entre México y Estados Unidos, median cuatro años de diferencia. La bebé de menos de dos años, a la que los medios no han tardado en bautizar como 'la Aylan de Río Bravo', ha puesto nombre a otra crisis migratoria, esta protagonizada por los centroamericanos que intentan escapan de la pobreza y la violencia en sus países de origen en busca del 'sueño americano'.

La pequeña salvadoreña fue arrastrada por la corriente cuando su familia intentaba cruzar hacia EEUU. Su padre, Óscar, trató de salvarla, pero ambos perdieron la vida en el agua. Sus cadáveres aparecieron juntos a unos pocos kilómetros del puente que une la localidad mexicana de Matamoros con Brownsville, Texas. La niña estaba envuelta en la camiseta de su padre.

La familia quería pedir asilo político en Estados Unidos pero, desesperados por unos trámites burocráticos que parecían no tener fin, decidieron cruzar clandestinamente a través del río.

Precisamente, EEUU ha restringido la llegada de migrantes procedentes de América Latina desde la llegada de Donald Trump al poder y la implantación de su política de 'tolerancia cero' contra la inmigración.

El año pasado, las imágenes de niños y niñas, que habían sido separados de sus padres, encerrados en jaulas en un centro de detención en la frontera sur estadounidense, despertó una clamorosa protesta contra la Administración Trump dentro y fuera del país. El niño más pequeño separado de su familia del que se tiene constancia tenía tan solo cuatro meses.

Ahora, el caso de Valeria muestra que poco ha cambiado casi un lustro después de la muerte de Alan: su historia removió conciencias, pero la tragedia migratoria persiste.