El golpe de Estado no salió como esperaba y el resto de su vida pintaba entre rejas, pero su estancia en la cárcel Castillo de la Palma, en Ferrol, no fue ni tan larga ni tan dura. "Su celda, que no era una celda, no tenía rejas. Aquel entorno era propio de alguien al que tratan de forma exquisita", explica Rafael Pillado, vicepresidente de la asociación cultural Fuco Buxan.
Durante su reclusión Tejero disfrutó de inmejorables vistas a la ría, también tuvo permiso para recibir visitas, amén de barra libre de marisco y trato vip. "Se hizo una gran inversión llevando calefacción, agua caliente, mobiliario para que estuvieran realmente, más que en una prisión, en un hotel", afirma el historiador Enrique Barrero.
A juzgar por lo que decía la prensa de la época, algunos de sus socios en la conjura internados en la cárcel Caranza también en Ferrol, no tuvieron tanta suerte. "Miláns no se encuentra cómo en la prisión ferrolana de Caranza", titulaba un artículo de El Correo Gallego. A Miláns, que compartía cárcel con Torres Rojas, no debía parecerle suficiente su celda-suite con mayordomo. "Como mayordomo les servía todas las comidas y les atendía durante el día”, explicaba el mayordomo de Miláns y Torres Rojas en ‘el Intermedio’.
Y con tanto cuidado, el general que recibía muchas visitas se sentía en forma. "Miláns del Bosch tenía una amiga o acompañante que le visitaba una vez al mes. Entonces no había viagra así que no sé qué haría”, reflexionaba Manuel Macías.
Hicieran lo que hicieran y a pesar de estos lujos no debían estar muy a gusto porque ninguno llegó a cumplir íntegra su condena.