El Alto Tribunal
desestima el recurso de casación impuesto por el procesado y confirma
íntegramente el fallo dictado por el tribunal de la Sección Primera, que le
prohíbe acercarse a la víctima o a su familia a una distancia inferior a 500
metros, así como comunicarse durante un periodo de diez años y fija una
indemnización de 30.000 euros ya que la niña padece un "trastorno por
estrés postraumático agudo" que requiere de tratamiento psicológico con el
fin de paliar las secuelas.
La sentencia consideró
probado que el acusado, condenado en 2006 por violencia en el ámbito familiar y
en 2007 por quebrantamiento de condena, abusó sexualmente de la menor desde que
ella tenía ocho años hasta que, con 15 años, ella le contó a su familia lo que
le estaba pasando.
En concreto, las
agresiones comenzaron cuando convivía con su pareja y con sus dos hijas menores
de edad en su país natal y continuaron una vez que todos decidieron trasladarse
a vivir a España "aprovechando esa misma relación de convivencia y su
superioridad".
Así, desde "muy
temprana edad", hizo objeto de "tocamientos con ánimo
libidinoso" a la víctima cuando se encontraba en el cuarto de baño o en su
dormitorio, donde la "observaba y simulaba acercamientos físicos causales
con el propósito de besarla o tocarla".
Posteriormente, una vez
que la niña contaba con 13 años de edad, y con "el pretexto de enseñarle a
conducir, la sentaba sobre sus piernas en el interior del vehículo de su
propiedad para hacerle objeto de diversos tocamientos".
Los abusos se
recrudecieron cuando la víctima cumplió 14 años, momento en el que, según
remarca la sentencia, comenzó a abordarla por la noche en su dormitorio cuando
ambos se quedaban solos y, esgrimiendo un cuchillo, obligarla, "bajo
amenaza de cortarle el cuello, a consumar relaciones sexuales contra su
voluntad".
"A partir de
entonces, hechos similares se produjeron en un número indeterminado de veces,
en todo caso superior a diez", relata la Audiencia Provincial, que subraya
que "vencía la voluntad de la menor, utilizando o exhibiendo un
cuchillo", y amenazando con "hacer daño a la madre y familia, a la
que, por otra parte, maltrataba continuamente".
Una de las veces, el acusado entró en la habitación que la víctima compartía con su abuela aunque ella se despertó y le gritó que la dejara, tras lo cual "le contó a su familia los hechos que se habían venido sucediendo".