Además, hizo una tercera llamada informando a la recepcionista de la clínica veterinaria de que los cachorros se encontraban ya en el congelador. Pero al día siguiente, Margaret Peacock llegó a la cirugía entregando una bolsa en la que se encontraban los ocho cachorros.
Durante el juicio, Andrew Austin comentó en el tribunal que ningún cachorro mostró signo alguno de defectos genéticos. De ahí que los veterinarios se negaran a sacrificarlos.
Sin embargo, ella culpó a los veterinarios de la peor muerte que se les podría dar a los cachorros. Dos días después, los veterinarios de la RSPCA realizaron una inspección en su casa de Farnborouhg, donde encontraron un noveno cachorro que pertenecía a la misma camada.
Fiona Taylor, su defensora, dijo que Margaret había sido afligida durante el parto después de que el veterinario se negara a sacrificar a los cachorros y por ello decidió que la única solución era tomar el asunto con sus propias manos evitando así que la madre se atara desde el principio a sus cachorros. Su defensora incluso sostenía que la criadora tenía un buen historial de cuidar y entrenar a los perros y que poseía premios que podían demostrarlo.
El juez Susan Dadlani puntualizó que su buen historial respecto al trato de los animales no sería motivo de descalificación de seguir haciéndolo. Finalmente se la ha ordenado a pagar £750 y un extra de £80 a la víctima.
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