Los científicos emulan la coraza de un escarabajo para lograr el color más puro
Crean el blanco más blanco del mundo, veinte veces más que el papel
¿Hay algo más blanco que el polvo de talco? ¿Que los dientes de leche de los niños?¿Que la cal con la que encalan las paredes de los pueblos blancos del sur de España? ¿O que una sábana lavada con lejía pura? Sí: el escarabajo asiático Cyphochilus, que se pasea por ahí luciendo un níveo inmaculado y envidiable. Tanto que en la Universidad de Cambridge (Reino Unido) se han pasado los últimos años intentando emularlo.
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Según publica la revista Advanced Materials, su insistencia al fin ha dado frutos. En sus manos tienen ya un material extremadamente fino, no tóxico, ligero y ultra-blanco. Concretamente entre veinte y treinta veces más blanco que el papel.
Conseguir el blanco absoluto no resulta fácil. Los colores brillantes se obtienen usando pigmentos que absorben unas longitudes de onda y reflejan otras. Por ejemplo, un limón maduro absorbe el color azul y refleja el rojo y el verde.
Pero con el blanco la cosa no funciona así. Para que algo luzca albo todas las longitudes de onda tienen que reflejarse exactamente con la misma eficacia. En teoría, la absorción de la luz debería ser nula. Y eso no es fácil.
Hay contados materiales que lo permiten. Sin ir más lejos, las cremas solares blancas y muchas pinturas incorporan óxido de zinc y dióxido de titanio, que aunque dan claridad tienen el inconveniente de que no son sostenibles ni biocompatibles, e incluso pueden perjudicar a la salud.
Pero tirar la toalla no era una opción para la química británica Olimpia Onelli. Y decidió buscar una estrategia alternativa para hacerse con el color albo. La encontró en la cubierta de un insecto, el Cyphochilus asiático, que resplandece con su ultrablanco brillante, que casi daña los ojos.
El secreto de su éxito no es un pigmento, como ya sospechaba Onelli. Su blancura la obtiene manejando a su favor la geometría de la quitina, una molécula también presente en la cubierta de los moluscos y el exoesqueleto de los insectos.
Onelli y sus colegas del Departamento de Química de Cambridge analizaron a fondo los recovecos de la cubierta del escarabajo. Una vez descifrada, la copiaron en su laboratorio, aunque reemplazando la quitina por celulosa, que es abundante, resistente y biocompatible.
Sus nanofibras de celulosa, "alargadas como espaguetis" y con solo unas cuantas millonésimas de metro de grosor consiguieron el mismo efecto ultra-blanco, aunque en una membrana sumamente flexible. Más versátil aún que la firme armadura del insecto. Y con la mayor capacidad de reflexión de la luz conocida hasta la fecha para una estructura artificial. Ahí es nada.
Sus creadores esperan que sirva para crear la próxima generación de cosméticos, bombillas LED y pinturas blancas. Pero también de bombillas LED. A su lado, lo que hasta ahora entendíamos por "blanco puro" descenderá a la categoría de "blanco sucio" o "blanco roto".
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