Poco plato y mucho zapato. Parecía la solución definitiva para tener un cuerpo perfecto. La fórmula era fácil: pasar hambre y matarnos hacer ejercicio. Pero ¿y si solo tienes que distinguir entre los tipos de hambre?
El ser humano tiene hambre una o varias veces al día, porque nuestro cuerpo nos lo pide según la energía que gastemos. El problema es cuando los motivos por los que tenemos hambre son otros, y para controlarlos, según la nutricionista Boticaria García, hay que saber distinguir los cinco tipos de hambre que existen:
El hambre real
Es cuando nuestro cerebro detecta que los depósitos de energía están bajos. Cuando llega la hora de comer, hemos desayunado solo un café y ya nos rujen las tripas.
Este hambre-hambre responde a un aviso del organismo que le envía al cerebro para que le ayude a reponer fuerzas. Lo hace a través de dos hormonas: la grelina, la hormona del hambre que segrega el estómago y la leptina, la hormona de la saciedad, que se libera desde las células grasas, los famosos adipocitos, que nos avisan de que ya no hace falta comer más.
El hambre emocional
Es el que sentimos aunque tengamos los depósitos llenos, porque estamos estresados, aburridos, nos falta dopamina y vamos a buscarla en alimentos reconfortantes, vamos a la nevera a buscar eso que nos falta. El causante es el cortisol, la hormona del estrés. Al desatarse frena la producción de leptina haciendo que no tengamos sensación de saciedad y aumenta la de grelina, y el hambre llega antes.
Para combatirlo es necesario conocer estrategias de mindful eating, es decir, la alimentación consciente. Esta consiste en prestar atención plena a la nutrición de manera que seamos capaces de escuchar a nuestras emociones y las sensaciones que nos envía nuestro cuerpo y conseguir que nuestra alimentación sea más saludable.
El hambre hormonal
Este puede aparecer aunque no estemos estresados y no haya cortisol en nuestras venas. Ocurre cuando hay un exceso de grasa acumulada en el cuerpo, sobre todo les ocurre a personas con obesidad, porque tienen los adipocitos estresados. Como tienen muchos, están aplastados unos con otros y no son capaces de cumplir bien su función. Segregan tanta leptina que el cerebro termina por no escucharles.
Este problema que se solucionaría relajándonos, para que esos adipocitos puedan cumplir su función, y mandar así la señal correcta al cerebro de saciedad y no de hambre. También hay soluciones químicas, pero ojo, porque no todas son inocuas.
El hambre Dragon Khan
Cuando comemos alimentos azucarados desde muy temprano por la mañana, esto produce verdaderas montañas rusas de glucosa, con grandes subidas y caídas. Las caídas motivan a nuestro cuerpo a ir a la caza y captura de más alimentos azucarados para elevar nuevamente los niveles de glucosa y restablecer el equilibrio. Es ahí cuando tenemos 'hambre de chocolate'.
La responsable es una vieja conocida de los diabéticos: la insulina, responsable de dejar pasar el azúcar que tenemos en sangre a los órganos y los tejidos para que puedan funcionar. Si hay un pico de azúcar muy alto, posteriormente habrá una caída de azúcar proporcional
El hambre ambiental
Culo veo culo quiero. Es decir, vemos a alguien, por ejemplo, comiéndose un gofre, y me lo quiero comer yo también. La dopamina, ese neurotransmisor que nos ofrece recompensas, se activa comiendo dulce, pero también solo recordándolo. Por eso, al ver a alguien ponerse ciego con una comida que nos gusta, se nos despierta el apetito.
Boticaria García, que desarrolla todas estas ideas en su nuevo libro, Tu cerebro tiene hambre, advierte también de los mitos y trucos milagro con los que nos bombardean a todas horas en redes sociales, como el famoso chupito de vinagre para combatir el sobrepeso. "Esos trucos infalibles que vemos en las redes sociales realmente son anécdotas a la hora de perder peso", asegura la experta.
Con Tu cerebro tiene hambre podremos aprender a perder grasa de manera saludable poniendo además el humor al servicio de la evidencia científica más rigurosa.