Nadie sabe quién es realmente Carmen Mola: "Puedo ser una escritora famosa, un funcionario de provincias, una profesora de universidad o un camionero que recorre Europa y escribe en las áreas de descanso de las autopistas. Lo que sí le digo es que mi madre no sabe que soy Carmen Mola".
"Mi madre no sabe que soy Carmen Mola"
Lo que sabemos es que la mente que se esconde tras este seudónimo ha conseguido enganchar a más de 150.000 lectores y ser traducida a ocho idiomas diferentes. Su primera novela, 'La novia gitana' (Alfaguara, 2018), nos presentaba a la inspectora Elena Blanco y la brigada de análisis de casos. Siguiendo los ingredientes clásicos del género policíaco, uno puede reconocer los lugares de la ciudad de Madrid y recorrer sus calles a través de los ojos de un personaje tan carismático como la inspectora Elena Blanco.
Siguiendo el rastro de Elena Blanco
Cuando en 2019 publica 'La red púrpura' (Alfaguara), este personaje queda anclado a su autora a la manera en que Harry Bosch es Michael Connelly o Harry Hole es Jo Nesbo. Por eso muchos han querido relacionar la personalidad de Blanco con la de la autora, aunque su único comentario al respecto es que se lleva bien con ella, y menos mal, porque la serie ha ido creciendo hasta 'La nena' (Alfaguara, 2020), su tercera novela, pero no por ello la última de esta serie: "Si gusta, habrá una cuarta. Y si la cuarta gusta, una quinta".
"Si la novela gusta, habrá una cuarta"
Atendiendo a esta ley de oferta y demanda, Mola se debe a sus lectores construyendo un caso sobre el que orbitan los personajes, y es por esto por lo que cada novela puede leerse de manera independiente, pero "el que lo haga en orden tiene el premio de ver crecer a los personajes y de entender algunas referencias". Esta es precisamente la mejor receta para escribir una serie policíaca de éxito, y si no, basta con consultar los volúmenes de ventas de la Serie Bevilacqua de Lorenzo Silva o la serie de Antonia Scott de Gómez Jurado.
Solo es un nombre
No deja de ser llamativo que tras el éxito cosechado, Carmen Mola se mantenga en el anonimato. Desde luego, siendo tan popular como es, su falso nombre se repite en las redes sociales, pero el seudónimo no le ahorra las críticas y tampoco le permite encontrarse con sus lectores en ferias o firmas de libros. La escritora, -o escritor- admite que esa es la única pega que le encuentra al anonimato. Mola afirma que siempre pensó en publicar con seudónimo "como protección más que como escondite". Creía que sería un obstáculo, pero lejos de esto, le ha ayudado bastante en el terreno promocional. Así, el misterio en su caso es doble, no solo reside en su obra si no en su propia persona.
"Si se desvela mi identidad, lo viviré con incomodidad, pero con naturalidad"
Mola confía en que "nadie ponga mucho interés" en desvelar su identidad real. ¿Para qué?, se pregunta. "Si un día ocurre, no creo que vaya a pasar absolutamente nada. Lo viviré con incomodidad, pero con naturalidad". Al fin y al cabo, para ella, "lo único que cuenta es lo que la gente lee en sus novelas", y no a quién pertenece la mano que las teclea. De momento, el misterio sigue tan abierto como el futuro de Elena Blanco.