Los científicos soviéticos siempre se habían interesado por las cuevas del Valle de Orto Balagán. Durante las décadas de los 60, 70 y 80, descubrieron Krúbera Voronya que prometía ser una de las más profundas jamás encontradas. El enclave, sin embargo, hizo que se paralizasen las expediciones.
Situada entre Rusia y Georgia, Krúbera Voronya se encuentra en Abjasia, una región que se proclamó independiente y sufrió una guerra civil en los años 90. Un conflicto que aún coleaba en el año 2000, cuando Sergio García-Dils puso el toque español a un equipo ruso y ucraniano de espeleólogos. Tal y como relata: "Tuvimos que entrar de forma irregular, atravesando ríos de montaña, de noche".
Una cueva totalmente vertical
Así llegaron al circo, donde el Cavez Team estableció su campamento pero lo más duro estaba aún por llegar porque "Krubera Voronya es radicalmente vertical", cuenta García-Dils. "Haciendo maniobras de escalada, de péndulos, etc... Fuimos ganado profundidad año tras año".
Así hasta que en 2016 otro equipo, aprovechando el trabajo realizado por los espeleólogos anteriores, consiguió llegar a los 2.200 metros de profundidad, batiendo con esto el récord, que no fue nada fácil. "Para llegar al final tenemos que instalar más de 5.000 metros de cuerda de progresión y más de mil anclajes a la pared".
Y la cueva es tan estrecha que un rescate hubiese sido imposible, pero la hazaña mereció la pena ya que se descubrieron "más de 10 especies totalmente nuevas".
Un libro que inspira aventura
Esta aventura la ha recogido Gonzalo Núñez en 'Krúbera Voronya', un libro que demuestra que "todavía no se ha acabado la aventura aquí en la Tierra. Hay lugares por explorar y en condiciones pretecnológicas". Quizás baste con volver la mirada al suelo, allá bajo nuestros pies aún quedan universos por descubrir.