Ildefonso Falcones está en prácticamente todas las estanterías de España. Imposible no haberse tropezado con su nombre o su personaje estrella, Arnau Estanyol. La catedral del marse convirtió en un superventas inusitado para este abogado reconvertido a novelista en las últimas dos décadas. Casi veinte años han pasado desde que se publicó su primera parte, razón de más para esperar con anticipación la llegada de esta tercera entrega: En el amor y en la guerra.
El escenario escogido por Falcones es la Nápoles de Alfonso el Magnánimo, una ciudad a las puertas del Renacimiento que convive con el declive de la Barcelona medieval. Son los años de sindicatos en oposición, la Busca y la Viga, con posiciones enemistadas por controlar la ciudad desde los poderes asamblearios o la violencia. Años de tensiones e intrigas entre los patricios de la ciudad y la burguesía rentista que sirvieron de antesala a la guerra civil catalana de 1462.
Años de intrigas
"Parte del declive que sufre Cataluña en esos años tiene que ver con las clases acomodadas y ennoblecidas que se convirtieron en rentistas en aquellos años", explica el escritor. Falcones se sumerge en la corte de Alfonso V de Aragón, entre personajes ficticios y reales, mezclando documentación histórica con intrigas palaciegas. Alguna de ellas referentes a la homosexualidad de Alfonso y la relación con su hijo bastardo, Ferrante. Una historia a la altura de la saga.
Falcones habla de un periodo "tremendamente interesante", y sonríe cuando le preguntamos por una posible continuación de esta historia a partir del famoso año de 1492, pocas décadas después de la fecha de finalización de En el amor y en la guerra. Confiesa que no tiene planeado nada relativo a la conquista de América.
En el amor y en la guerra
Hace unos años, su novela Esclava de libertad no fue publicada en algunos países precisamente por la temática que trataba: "Ha habido editoriales que no la quisieron comprar", explica y añade concierta ironía: "Un blanco no puede escribir sobre negros".
Falcones mantiene que no se autocensura, algo que tampoco practica a la hora de retratar a sus personajes tanto en la Corte como en la cama: "Nos movemos en un puritanismo que no tiene ningún sentido. Podemos representar la violencia real o ficticia sin problema, pero en el sexo se nos coarta".
"Podemos representar la violencia real o ficticia sin problema, pero en el sexo se nos coarta"
No puede evitar ironizar con un mundo, el de la literatura, que califica de "muy endogámico". Se lamenta de los muros que todavía no ha podido atravesar. A pesar de haber dedicado buena parte de su carrera a escribir sobre su ciudad, Barcelona, no ha sido reconocido. "No creo que me equivocase si dijera que pocos escritores han escrito más ficción sobre la historia de Barcelona".
Y sin embargo, pone un ejemplo para mostrar cómo ha sido apartado de los círculos de autores. "En el certamen de novela histórica de Barcelona, ¡de novela histórica!, ni siquiera me han dicho que me pase a tomarme un vino o una caña", asegura, incrédulo.
Una tirada histórica
El escritor prefiere dejar en manos de los lectores el barómetro del interés por los temas que trata: "Si hay algo que está mal, ya se encargará la gente de no seguir leyendo". Un interés que se ha materializado en una tirada de 200.000 ejemplares de su última novela y que le lleva a afirmar categóricamente que seguirá escribiendo "mientras haya quien compre mis libros".
El mundo de la literatura es muy endogámico"
Esa determinación no desapareció durante su lucha contra el cáncer, tampoco en una larga pugna con Hacienda de la que salió absuelto. Años que califica como "tremendamente intensos". "No hay quien aguante la quimioterapia, pero yo tuve el privilegio de poder escribir", explica el escritor, y añade: "Si hubiese seguido trabajando en el despacho no creo que hubiese podido aguantar".
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