Irene Reyes-Noguerol tenía 23 años cuando fue incluida por la prestigiosa revista Granta en la lista de los 25 mejores escritores jóvenes en español. Un reconocimiento "inesperado", dice, que no ha dejado de agradecer desde entonces y que sirve de reclamo en la contracubierta de su nuevo libro de cuentos, Alcaravea.
La planta silvestre que da nombre al libro –la alcaravea– es amarga y dulce a la vez, como las doce historias que conforman el volumen con el que la escritora sevillana reivindica la importancia de la tradición oral.
Nos lo cuenta por teléfono tras acabar su jornada en el instituto en el que imparte Lengua y Literatura a jóvenes de 1.º de la ESO y 2.º de Bachillerato, trabajo que compagina con la literatura.
PREGUNTA. Cuando les hablas de autores clásicos, ¿hay alguno que les interese especialmente?
REESPUESTA. A los que están en 2.º de Bachillerato, que ya tienen más bagaje literario, les llama muchísimo la atención Lorca.
Siempre piensan que los clásicos son como muy antiguos, que es algo ya anticuado. Sin embargo, con Lorca conectan muy bien. Da mucha alegría cuando uno comprueba que por fin hay algún autor clásico con el que ellos se sienten identificados.
P. ¿Qué es lo que más les llama la atención de Lorca?
R. Su vida, que fue apasionante y al final, evidentemente, durísima y terrible, les resulta muy interesante, pero también las obras.
"Tanto los alumnos que les gusta leer como los que no, encuentran un punto de conexión con Lorca"
Cuando estamos leyendo la Trilogía rural, que normalmente se dedica un día a la semana a leerlo, les gusta mucho adentrarse en la interpretación de los personajes, buscar sus motivaciones, analizar lo que está sucediendo, lo que puede estar pasando... Prácticamente todos los alumnos, tanto los que les gusta leer como los que no, encuentran un punto de conexión con la obra de Lorca.
P. ¿Y tus alumnos más lectores qué te recomiendan?
R. Están acostumbrados un tipo de literatura más juvenil, también leen novelas fantásticas, románticas, de misterio, policiacas...
Hoy, por ejemplo, una chica me ha dicho: ¡maestra, te recomiendo para que podamos leer en clase el libro Invisible [de Eloy Moreno]! Y le he dicho que vale, que lo leeremos.
P. Trata el tema del acoso escolar.
R. Sí, les queda como muy próximo, se notan muy cercanos. En todos los centros que he estado tienen una predilección grande por este libro.
P. Sobre el acoso precisamente hablaste en una entrevista que te realizaron dos de tus alumnas.
R. Sí, yo sufrí acoso en el colegio, en el instituto, e incluso un poquito después. Es lo que suele pasar con cualquier niño que destaque por un motivo determinado, que, desgraciadamente, tiene que sufrir que los demás se burlen y se rían de él a diario.
En mi caso yo era la más tímida de la clase, no me atrevía a hablar. Encima, también era la empollona, que es lo que le cuento siempre a mis alumnos, me ponía a leer cuando a lo mejor debería estar socializando. Era un blanco fácil. Y en esas edades, cuando la crueldad va perfilándose todavía mejor en el carácter de los adolescentes, todo es más duro.
No diría que fue algo trágico, pero es cierto que inevitablemente marca la vida y la personalidad de una persona. Yo ya era una de por sí muy introvertida, y el hecho de que me acosaran lo incentivó todavía más, me recluí aún más en mí misma y en la literatura.
P. Aquella niña empollona, con 11 años, ganó en el instituto su primer premio literario.
R. Yo nunca había escrito antes, aunque siempre me había encantado leer. Convocaron un certamen literario en mi instituto y decidí presentarme escribiendo la historia de una niña cuya madre tenía cáncer. Estaba inspirado en experiencias de mi vida.
Cuando yo tenía 7 años tuvimos una racha muy mala de salud en mi familia: mi madre con cáncer, mi abuela también y murió, mi abuelo con alzhéimer... Y claro, yo necesitaba algún tipo de catarsis que me permitiera comunicar todo aquello que había estado aguardando desde los 7 hasta los 11 años, y fue precisamente la escritura.
Solo de recordar la alegría que tenía mi familia al comprobar que estaba escribiendo, que me estaba expresando, que por fin estaba compartiendo algo de lo que sentía... solo por esa alegría ya merece la pena escribir.
P. También dice mucho de lo importante que es que desde los centros educativos se apueste por este tipo de iniciativas.
R. Totalmente. Es fundamental que existan certámenes literarios en los institutos, que se permita la participación de todo el alumnado y que puedan optar por escribir distintos géneros.
"Que me acosaran hizo que me recluyera más en mí misma y en la literatura"
Cualquier tipo de apoyo que uno sienta durante la adolescencia o cualquier validación de la propia actividad que uno hace es muy significativo, sobre todo en estas edades en las que somos muy inseguros, no estamos a gusto con nosotros mismos y pensamos que lo hacemos todo mal.
Que en ese momento haya un grupo de gente, en este caso un jurado, que te esté comentando que le parece bien lo que escribes es algo maravilloso. Debería defenderse muchísimo más en los centros educativos.
P. Más adelante, con 18 años, publicas Caleidoscopios (2016), luego llega De Homero y otros dioses (2018), y después, en 2021, el reconocimiento de la revista Granta, que te incluye en la lista de los 25 mejores escritores jóvenes en español. ¿Te pesa esa etiqueta?
R. Siempre me voy a sentir muy agradecida con Granta, especialmente porque para mí ese fue algo muy inesperado. No me desagrada cuando me lo recuerdan. Es algo que ha impulsado mucho mi carrera literaria.
Permitió que De Homero y otros dioses tuviera varias ediciones y, de alguna manera, ha hecho que el camino hacia Páginas de Espuma, que es una editorial que yo siempre he admirado y leído muchísimo, haya sido más sencillo.
P. Y tras el reconocimiento de Granta llega Alcaravea, doce relatos donde caben Van Gogh, la madre de Antonio Machado, pero también tus tíos abuelos, Antonio y Curro, o tu bisabuela Francisca, a quien le dedicas el libro. ¿Siempre tuviste clara la idea de mezclar personajes históricos con familiares?
R. Hace unos años comencé a interesarme por la historia de ciertos personajes de relevancia artística e histórica, como por ejemplo Van Gogh, que has mencionado, o Lope de Vega y Marta Nevares, el gran amor de su vida. Me resultaron personajes muy interesantes, no solamente para tratarlos desde la distancia, hablando de sus obras, sino para intentar llevarlos a una perspectiva más íntima, más relacionada con lo cotidiano.
Entonces se me ocurrió que podría ser interesante combinarlos con otros textos de esa memoria familiar que muchas veces ni siquiera confesamos porque consideramos menor o incluso vergonzante. Así que combiné estos dos ejes, el histórico y el familiar, de manera que los relatos de los personajes históricos tuvieran una perspectiva más próxima, más familiar, y que los de mi familia pudieran adoptar una perspectiva más universal.
Muchos lectores se acercan y me comentan que varios de los relatos les recuerdan a vivencias de sus antepasados, y es algo que me parece precioso.
P. Muchas de las historias que cuentas se centran en infancias especialmente violentas.
R. La perspectiva infantil siempre ha sido algo que me ha llamado mucho la atención, me resulta muy fértil a nivel literario porque estamos a camino entre la realidad y la ficción, entre aquello que ellos imaginan y aquello que realmente les está sucediendo. Es el terreno de lo móvil, de la incertidumbre.
En Alcaravea todos estos niños se ven abocados a experimentar situaciones que de ninguna manera le corresponderían por edad, como puede ser la ausencia, los abusos de distintos tipos, el abandono, el ser reclutado para la guerra... Muchas veces incluso tienen que invertir el rol que les correspondería. Pienso, por ejemplo, en el texto de Niños perdidos, en el que una niña de 7 años tiene que pasar a ser cuidadora de su madre, que tiene un problema mental que no le permite ser ella durante todo el tiempo.
P. O el cuento de tu bisabuela, a quien dedicas el libro, esa niña abandonada que tiene "las rodillas peladas" de fregar en un ultramarinos.
R. La vida de mi bisabuela fue muy apasionante y al mismo tiempo durísima. Me interesaba centrarme en su infancia, en ese destino que tiene ella de niña abandonada sin un motivo real, ese tener que trabajar en distintas casas donde la tienen como criada, como limpiadora, como dependienta, incluso como niñera. Por desgracia nunca la llegué a conocer, pero me siento muy cercana a ella.
"Las historias de nuestros abuelos son imprescindibles para entender nuestra historia familiar e incluso universal"
La tradición oral tiene un poder importantísimo y en este libro intento reivindicarla. Permite que historias que estarían condenadas a desaparecer consigan extenderse, ampliarse en el tiempo y llegar a la actualidad. Sentía que tanto mis bisabuelas como mis abuelos merecían una especie de homenaje que no se les había rendido, o no lo suficiente.
P. ¿Se está perdiendo esa tradición oral?
R. Sí, totalmente. Es una lástima. Tenemos una falta de interés generalizada por todo. Hay tal cantidad de estímulos que no nos permite centremos o que sintamos curiosidad de manera espontánea
Además, la conversación y los vínculos familiares están diluyéndose poco a poco con el paso del tiempo, y eso hace que muchas veces no nos acerquemos a las historias de nuestros padres y abuelos. Las dejamos de lado, como si no fueran importantes, y yo creo que el universo que supone un abuelo es algo imprescindible, no solo a nivel del interés personal, también para entender nuestra historia familiar e incluso universal.
P. Siguiendo con tu familia, he leído que tu madre es de tus primeras lectoras. ¿Cuál es la crítica más dura que te ha hecho?
R. (ríe) Siempre que escribo inmediatamente se lo enseño, confío mucho en su juicio. No es una persona que vaya a decir que algo está bien si no lo está.
"Lo que no me gusta es cuando los premios se conceden por la relevancia mediática y no por cuestiones literarias"
Críticas duras no me ha hecho nunca, el problema es que soy hipersensible (ríe). Entonces, cuando me aconseja algo me entristece y me enfado conmigo misma porque pienso que tendría que haberlo hecho mejor, que he perdido demasiadas horas... y reacciono de manera muy dramática (ríe). Pero nunca me molesto con ella, siempre es conmigo misma.
P. Viendo la recepción que ha recibido Alcaravea, tengo la sensación de que has dado un paso importante en la literatura. ¿Te gustaría seguir compaginándola con la docencia?
R. Me gusta mucho compaginar los dos trabajos, me hace muy feliz dedicarme a la escritura, pero la docencia me hace sentir muy completa.
Ambos trabajos tienen el nexo común la literatura, pero en el caso de la escritura empieza siendo un trabajo más solitario. En cambio, la docencia me permite tener la oportunidad de compartir la pasión que siento por la literatura. Me gusta mucho la conversación con mis alumnos y disfruto muchos las clases. Es algo que me llena mucho, quizás porque estoy empezando (ríe).
P. Una última: cuando se publique esta entrevista sabremos el nombre del Premio Nobel de Literatura y del Premio Nacional de Narrativa. ¿Algún deseo?
R. La verdad es que no suelo pensar en estas cosas, intento no mojarme con antelación (ríe). Con que sea una persona de una calidad literaria importante me doy por satisfecha. Lo que no me gusta es cuando los premios se conceden por la relevancia mediática y no por cuestiones literarias.