Juan Manuel de Prada llega a la entrevista portando una enorme caja. Como una matrioska rusa, de su interior van saliendo otras cajas que contienen el impresionante manuscrito de su novela. El transporte no es sencillo, hacen falta varias manos para llevarlo y la estampa recuerda a la del Arca de la Alianza. Un silencio de anticipación precede a la salida de los miles de pliegos, una montaña con una portada (también a mano) donde está anotado su título: Mil ojos esconde la noche.
Espasa acordó con el escritor el lugar por el que suturar aquel bloque macizo que más tarde se convirtió en sus dos partes. La primera se publicó el año pasado, La ciudad sin luz al que le sigue ahora Cárcel de tinieblas. Su protagonista es un viejo conocido, Fernando Navales, ya presente en Las máscaras del héroe, publicada en 1996. Y que esta vez nos lleva hasta la Francia ocupada por los nazis y sus muchos pobladores, ficticios e históricos.
No quedan héroes
El autor nos explica en una larga entrevista que pueden leer aquí, que se trata de una novela de investigación. A su escritura le preceden investigaciones en archivos policiales en tres países. El objetivo era encontrar datos que arrojasen luz sobre las idas y venidas de quienes vivieron la ocupación durante la Segunda Guerra Mundial.
De Prada escribió esta segunda parte con la caldera rota: "No podía arreglarla porque perdía días de escritura"
El novelista se encontró con nombres célebres que iban de Picasso a Victoria Kent, pero cuando se le pregunta si su novela puede denigrar la memoria de los represaliados su respuesta es tajante: "Creo que como se les denigra es presentándolos como seres intachables, caballeros con armadura de plata. Si nosotros, que no estamos en esas, nos arrastramos y envilecemos, ¿cómo no lo van a hacer ellos?".
Y en ese envilecimiento de su protagonista se encuentra precisamente el arranque de esta nueva novela. Navales se plantea por primera vez ser mejor persona mientras la Guerra se torna en contra del Eje. La Falange deberá reconfigurarse, a medida que pasa de ser "una organización revolucionaria a otra burocrática" y el antisemitismo nazi se transforma en una maquinaria sangrienta y bien engrasada.
Un escritor torrencial
De Prada explica con una sonrisa que es un escritor torrencial, añadiendo con una sonrisilla sardónica que lo hace "como se mea, a lo que sale". Y torrencial es el único adjetivo que le podríamos poner a las más de 1.500 páginas que tienen en total ambos volúmenes. Fue su propio padre quien se encargó de pasarlo a limpio, algo que, debemos confesar, pensábamos que era broma hasta que el autor nos explicó que ese ha sido su método de trabajo desde su primer libro: "No sé qué haré cuando me falte".
Nada de lo que dice Prada está exento de humor: uno personal y por momentos macabro, pero que transpira también a su obra. Su protagonista, Navales, es una fuente inagotable de comentarios mordaces e insultos velados, una sombra de su creador, quien dice de sí mismo ser "mucho más polémico de lo que me gustaría".
"Soy mucho más polémico de lo que me gustaría"
No sabemos si es verdad, pero hay algo de todo eso en cada respuesta que Prada brinda. Dice de sí mismo ser "un gran ecologista" por usar papel reciclado. Lo mismo que cuando explica que escribió esta segunda parte con el frío metido en la casa, con la caldera rota: "No podía arreglarla porque perdía días de escritura". A lo que añade que se sintió "como los protagonistas de la novela", soportando el frío del París de los años 40.
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