Durante años España identificaba el sonido de las sirenas con el terrorismo de ETA. Luchando contra él había decenas de hombres y mujeres que se infiltraban o tenían que seguir muy de cerca a sus objetivos, a los terroristas.
Así era el trabajo de los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado durante décadas en el País Vasco y así lo retrata Fernando Benzo en 'Nunca fuimos héroes' (Planeta, 2020). “Los policías estaban entrenados en pasar horas y horas siguiendo a sospechosos a ver dónde les podían llevar, con quién entraban en contacto, por donde se movían”, recuerda Benzo
Los terroristas también son personas
Era una lucha de malos contra buenos, pero sobre todo, una lucha entre humanos. "Lo que no se puede pensar es que los malos no son personas, al revés, es muy importante tener en cuenta que son personas. No estás persiguiendo a psicópatas, a seres unidimensionales, lo que estás persiguiendo es a seres humanos que están cometiendo atentados, que están cometiendo crímenes", asegura Fernando Benzo. Y así, los policías y guardias civiles aprovechaban esa vida "normal", esas "debilidaes" para cazar a los malos.
Porque 'Nunca fuimos héroes' está casi a medio camino entre un thriller policíaco y un libro de historia. Con escenas reales, como las del atentado de Hipercor en Barcelona. Y el recuerdo de Miguel Ángel Blanco y el cambio que supuso su secuestro y posterior asesinato en la sociedad española y en la banda terrorista.
No nombrar a ETA por no darles dignidad
La ficción se mueve en una persecución frenética, en la que, como curiosidad, nunca se nombra a ETA. Benzo mantiene que “al no darles un nombre, al no establecer esa denominación tan precisa, estás demostrando también que no les das dignidad. Es decir, esto es una novela de malos y buenos y los malos no reciben esa dignidad que reciben los buenos que son los policías”.
Por eso aquí, en 'Nunca fuimos héroes' ellos, los buenos, construyen esta historia. Para que no se olvide y, sobre todo, porque sí, siempre hubo héroes.