Charlar un rato con Mario Marín es como sentarse con él a tomarse una cerveza. Este artista onubense transmite la cercanía de quien vive como pasea, echándole un ojo a la vida en busca de cosas que alegren el alma, pero sin la intensidad de quien hace de esa búsqueda una necesidad.

Así que cuando le llamé por teléfono para hablar con él de su última novela, Jesuclisto, yo estaba en la redacción y él en Huelva, pero en mi cabeza compartíamos una mesa al sol, a la hora del aperitivo. "Mi tiempo está entre el bar, mi casa, el estudio. Es muy simple mi vida", asegura. Simple y envidiable. Y para mí fue una alegría colarme en esa rutina.

Nada parece afectarle mucho. Hace un par de años dije, en la reseña de su anterior libro, Morir es un color, una novela mayúscula cuyo nombre escribí mal, por cierto, que Mario Marín era ilicitano. El lapsus gentilicio de más de seiscientos kilómetros y el error en el título se lo tomó con una sonrisa y agradeció la crítica positiva.

"Bueno, mi manera de escribir es consecuencia de mi manera de ser. Con eso no tengo mucho problema. Tengo claro cómo quiero vivir". Y a día de hoy, la vida de Mario Marín no tiene mucho misterio. Licenciado en Bellas Artes, da clases de plástica en un instituto de Huelva mientras trabaja en otra novela. "Además estoy también trabajando en una exposición individual que tengo en una galería en abril. Y luego, ahora en marzo voy a Madrid con unas esculturas, a la Hybrid Art Fair, que es una feria independiente de arte contemporáneo paralela a Arco".

Un escritor visual

Porque la formación de Mario Marín es visual. Él es artista plástico antes que escritor. Y en sus libros se nota. "Cuando sitúo una escena que va a ocurrir, por ejemplo, en un cruce de esquinas o en una plazoleta, me gusta mucho poder visitarla y saber si la voy a colocar de día o por la tarde. Si va a tener una luz horizontal o una luz vertical. Si va a haber mucho ruido de tráfico o si va a haber poco".

Esa es la razón de que sus novelas estén todas ambientadas en Huelva. Y en Viaplana, su barrio. "Yo hago muchas fotos, prácticamente construyo el primer andamiaje de la novela a través de mi cámara. Voy con ella a los sitios y pum, pum, y foto para acá y foto para allá. Tengo carpetas con cientos y cientos de fotos. De distintos sitios y de los mismos sitios en distintas épocas. Y ese organigrama que muchos escritores a lo mejor hacen con una especie de hilada, yo me lo monto a nivel visual, con muchas fotos, muchas carpetas de imágenes".

"Yo hago muchas fotos, yo prácticamente construyo el primer andamiaje de la novela a través de mi cámara"

Esas imágenes después se convierten en palabras. Todo bien descrito. Con atención al detalle. Y las cosas pasan en la calle José Fariña, el nota tuerce por Palomeque o se toman un ponche en el bar Daro... Como si Huelva fuese Nueva York. "Mira, mi próxima novela, en la que estoy trabajando ahora, es una narración desde una mesa en un bar. Y a esa mesa en concreto, desde la que hablan los personajes, en un bar de aquí de La Orden, un barrio de Huelva. A esa mesa he ido un montón de veces ya a tomar cerveza por la mañana, a tomar cerveza por la tarde, a primerísima hora a tomarme un desayuno, un café en la terraza. Si la sitúo en Madrid, Nueva York, Barcelona, no puedo visitarla tanto".

Por eso, leer a Mario Marín es convertirse en su vecino, en uno más de su barrio. En su segunda novela, por ejemplo, Mañana es el día siguiente, hay una cancela de un chalet que tiene una importancia capital en la trama. "Puedo tener, no sé, 80 o 90 fotos de cancelas, hasta que di con la cancela que a mí me gustaba y me la ponía de fondo de escritorio porque me estaba siempre introduciendo en la historia. Ese tipo de cosas es un poco de fumados, de formación de Bellas Artes".

El origen de 'Jesuclisto'

Pero, ¿por qué un artista visual, que pinta, fotografía y esculpe, se pone a escribir? "A ver, yo me engolosino mucho con algunos conceptos. A mí me fascinan cosas, a lo mejor son muy raras o muy bizarras, pero a mí me gustan mucho. Unas veces esos conceptos van a series pictóricas y otras veces lo único que hacen es un cambio de formato y terminan siendo un relato o una novela".

Es lo que ocurrió con Jesuclisto. Que su germen fue en origen una serie pictórica. "A partir de los carteles estos que ves muchas veces por las farolas, de que se ha perdido un periquito, se ha perdido un gato, y fantaseando con la idea de que a lo mejor no se perdía, sino que se largaban, a propósito, hasta los huevos de los dueños".

Pero con la realización de esa serie pictórica la idea no se fue, se mantuvo ahí y Mario Marín la trabajó para convertirla en novela. "La idea de la desaparición me gusta mucho. La desaparición no desde el punto de vista del morbo, cuando desaparece alguien, sino el tema de la escapada, la huida, la desaparición, el reseteo, el partir de cero, el ignorar incluso a tu familia, a tu gente, irte, cambiar de identidad. Esa desaparición me gustaba un montón".

Jesuclisto habla de la desaparición de Zao Tianshou, un onubense del barrio de Viaplana, de origen chino, al que le llamaban así los vecinos porque de joven le dio por el heavy y se dejó greñas y barba. Un título que habrá quien pueda señalar como inadecuado, pero esas críticas me temo que no afectarán mucho al autor. "Yo lo tengo claro, a mí me la suda la corrección política, me la suda porque no vivimos tiempos para hacer tonterías de corrección. Siempre va a haber alguien que se moleste. Mi madre no tiene el mismo criterio que yo sobre determinados asuntos, y mi madre va a estar toda la vida reprimiéndome. Mario, no hagas esto, Mario, lo otro. Ella también tiene su derecho a la reprimenda y a ofenderse, y yo el mío a hacer lo que me dé la gana".

"A mí me la suda la corrección política, no vivimos tiempos para hacer tonterías de corrección"

Pero no se crean que el discurso de Mario Marín es simple y vacío, no. "Es que tampoco me gusta la provocación gratuita", asegura. "El rollo este torpe, nada inteligente de provocar por provocar, es algo barato, eso no vale para nada".

El puntito surrealista

Sin embargo, en la novela, Jesuclisto no está desaparecido. Solo está ingresado en coma en el hospital tras una pelea. Pero ni su mujer ni sus amigos le reconocen. "Jesuclisto es la historia de los que están a su alrededor. ¿Qué le pasa a los que se quedan? Porque hay un proceso de duelo que es una herida abierta, pero es un proceso de duelo que no ha fraguado. Pero aquí es un sufrimiento contradictorio porque el desaparecido sí está presente. Entonces estamos enfrentando una herida abierta con una herida cerrada. Es complicado".

Y esa es seña de identidad de Mario Marín. Sus novelas viajan con muchísima soltura por bordes, límites, precipicios. "Cuando llevas algo a la frontera de lo posible, a la linde, ahí te vas a encontrar con gente que rápidamente entra al juego y gente que te va a decir que esto es imposible. Ahí, en esa pequeña zona difusa donde realidad e imposibilidad conviven, ahí hay ese por qué no. ¿Por qué no puede la policía asegurar que científicamente es él? ¿Y por qué no su mujer puede decir que sí pero que no?".

"Si hablas de un espacio donde va a haber un banco y gente tomando una litrona... Da igual dónde lo localices, ese espacio es universal"

Y en ese baile con el lector, porque no cabe otra cosa que bailar, no se puede ir con la razón por delante para afrontar la realidad. "Es entrar en el terreno del absurdo, que por otra parte a mí me apasiona, ese dueto de posibilidad, no posibilidad. Al final lo que tiene es un componente de magia. Cuando estás en un número de prestidigitación con un ilusionista, tú sabes que no es verdad, pero juegas a creértelo".

No hay manera de no creerse las historias de Mario Marín, porque están cargadas de realidad, de verdad de barrio y de tiendas de toda la vida. De ofertas del supermercado y de vecinos que se tocan la puerta. Y todos sabemos de qué estamos hablando. "Lo local finalmente termina siendo universal. Si tú hablas de una plazoleta aquí en Huelva, yo no sé cómo se le dirá en Madrid a una plazoleta o cómo se le dirá en Barcelona, pero da igual. Porque ese mismo espacio donde va a haber un banco y va a haber gente tomando una litrona... Ese espacio es universal".

Una oralidad decisiva

Para sentirte cerca de sus personajes, Marín recurre con muchísima habilidad a una oralidad decisiva. Un lenguaje tan boca a oreja que muchas veces las normas gramaticales y ortográficas saltan por los aires. "Es una traducción, una transmisión de lo que es lenguaje directo de la calle a un texto", apunta. "Si mis personajes son eminentemente callejeros, considero que tienen que hablar así. Su comportamiento y también sus conversaciones tienen que ser reflejo de su manera de ser. La oralidad es saber contar un chiste, es un 'me cago en Dios' para iniciar una frase. No es estilo. Es una cuestión de integridad".

Dice Mario Marín que no es estilo. Pero es que sus novelas son de una naturalidad tan apabullante que nadie escribe como él. "No deja de ser una herramienta. Tú con la oralidad puedes conseguir muchas cosas, ¿no? Le das una imprimación de naturalidad a un texto. Son maneras de contar. El lenguaje es como la trompeta, cada uno la toca de una manera".

"El lenguaje es como la trompeta, cada uno la toca de una manera"

La manera de tocar la trompeta de Mario Marín es única. De verdad. Sus cuatro novelas son apoteósicas. Divertidas, sensibles, lúdicas. Y no solo lo pienso yo. Su editor en Ediciones del Viento, Eduardo Riestra me lo confirma. Mario le mandó, sin conocerle de nada, el manuscrito de su primera novela, El color de las pulgas (háganse un favor, léanla). "Yo cogí una lista de estas, de las diez mejores editoriales independientes de España. Y mandé el mismo manuscrito a todas y digo, el primero que me responda pues con ese trabajo. Y me respondió Eduardo. Y ya está. No había agente literario por medio, ni nada".

Y desde ese momento tenemos a un tipo escribiendo novelas que beben del Quijote, que juegan a las cartas con La conjura de los necios y le silban canciones a Chuck Palahniuk. Y sigo sin hacerle justicia porque lo que Mario Marín escribe son las novelas de Mario Marín. Y ojalá la gente se ponga ya a leerle de una vez, que necesito compartir este alucine tan heavy que llevo con alguien.

Eso sí, a estas cervezas, invito yo, Mario.

Sigue el canal de Ahora Qué Leo en WhatsApp para estar al tanto de todas nuestras reseñas, reportajes y entrevistas.