Retrocedamos dos siglos hasta finales del XIX. El mundo colonial se acababa, aunque en las plantaciones azucareras del Caribe, los cubanos negros seguían siendo los esclavos.
"El que nacía en una posición tenía muy pocas aspiraciones de crecer. El que nacía en el servicio de una casa, estaba convencido de que iba a morir siendo lacayo o cocinero", cuenta el escritor Rafael Tarradas, que acaba de publicar 'El valle de los arcángeles', su segunda novela tras 'El heredero'.
Así se perpetuaba un sistema de poder creado por una vieja aristocracia acostumbrada a comprar y vender personas. "Tenías más confianza en que esa persona no se revelaría nunca. Era un objeto de tu propiedad con el que jugabas".
Mano de obra esclava cuyas subastas se anunciaban en los periódicos. Su existencia estaba dedicaba a trabajar las tierras de sus amos. "Muchas veces, el que tenía esclavos tampoco pensaba que estaba haciendo algo tan terrible, porque sus empleados estaban en una situación muy parecida", dice Tarradas.
En este mundo cubano de finales del imperio español se ambienta 'El valle de los arcángeles'. "La mejor época del mundo azucarero fue antes de acabarse. Es cuando las pasiones surgen con mucha más fuerza".
Una historia en la que las pasiones, las ambiciones y la maldad recorren las calles de un entorno paradisiaco.