«No entres dócilmente en esa noche quieta
Que delire la vejez y se queme al cabo del día,
Brama contra la agonía de la luz e impreca».
Son los tres primeros versos del poema que da nombre a la novela de Ricardo Menéndez Salmón, 'No entres dócilmente en esa noche quieta' (Seix Barral, 2020). Unas líneas del poeta Dylan Thomas que también aparecen en 'Interestellar', la última película que Menéndez vio antes de la muerte de su padre. "El poema tiene un sentido de rebeldía, de canto contra algo inevitable, que es la muerte", dice el escritor gijonés.
Su padre falleció en 2015 tras una larga agonía; la enfermedad le había perseguido durante 33 años. Fue sorteando a la muerte mientras su hijo, testigo desde los 11, se vio condenado a crecer antes de tiempo. "Al ser hijo único, la bomba que es una enfermedad detona con más fuerza. A mi edad no tenía los mecanismos para enfrentarme a un hecho de esta magnitud".
En su libro se desnuda emocionalmente para contar de la manera más bella una de las situaciones más duras de la vida, el adiós de un padre.
Una vida marcada por la enfermedad y la muerte
"La enfermedad de mi padre me robó el júbilo, me robó la alegría", lamenta el autor, que expresa de la siguiente manera, en la novela, cómo cambió todo de golpe:
«La irrupción de la enfermedad (…) nos expuso bajo el foco de una realidad cruda. Como un jugador de cartas con una mano invencible, su puñetazo sobre la mesa canceló la antigua partida y nos expuso al hechizo de un juego nuevo».
Desde ese momento, la posibilidad de la muerte ha marcado la vida de Menéndez Salmón. "Es una experiencia que prácticamente todos vamos a vivir en algún momento. Este libro puede resonar en muchas conciencias, se acerca a un sentimiento compartido por todos".
El relato se convierte en una especie de ajuste de cuentas donde el escritor se muestra arrepentido de no haber hablado lo suficiente con su padre: "Las conversaciones importantes de la vida nunca se mantienen cara a cara, siempre quedan ignoradas". 'No entres dócilmente en esa noche quieta' le sirve para reconciliarse consigo mismo: "Con la escritura se puede recuperar o verbalizar todo eso que no se dijo", asegura.
Escribir para cauterizar el dolor
Lo que empieza siendo un obra sobre su padre, acaba por ser un reflejo del autor. "Es un libro espejo. Una forma de mirarse las cicatrices y las heridas e intentar cauterizar todo ese dolor a través de la escritura".
Menéndez Salmón siempre había querido escribir sobre su padre, pero no se atrevió a hacerlo con él en vida. Tras dar el paso dos años después de su fallecimiento, ha conseguido "quitarse un peso de la espalda". La escritura, dice, permite "enfrentar los temores, poner rostro a los demonios. Muchas veces solo es posible acceder a las verdades más íntimas poniendo negro sobre blanco ese mundo de emoción que nos rodea".
Una reflexión que se ha convertido en una "onda expansiva". "Me ha iluminado a mí mismo".
Literatura de duelo
Son muchos los libros que tratan la partida de un ser querido. 'Mortal y rosa' (1975), de Francisco Umbral, es un clásico del que han bebido autores como Sergio del Molino y su novela 'La hora violeta' (2013), una carta de amor a su hijo Pablo, que falleció tras ser diagnosticado un tipo raro de leucemia. El propio del Molino comienza su obra con una cita de la novela de Umbral:
«Si supieras, hijo, desde qué páramo te escribo, desde qué confusión de lágrimas y ropas, desde qué revuelta desgana».
Manuel Vilas, finalista del Premio Planeta 2019, ha sido de los últimos escritores en tratar la pérdida de sus padres en 'Ordesa' (2018). Preguntado por si estamos ante una nueva corriente de literatura, Menéndez Salmón recuerda que la literatura de duelo viene de lejos: "'Edipo Rey' es la obra de un hijo desgraciado; Hamlet es el hijo que dialoga con el fantasma de su padre...".
En los dos años que ha empleado para escribir la novela ha intentado huir de este tipo de literatura para "no sentirse contaminado", pero confiesa que hay dos libros que le han marcado. Uno de ellos es 'Patrimonio' (1991), de Phillip Roth. "Para mí fue muy perturbador, me impresionó profundísimamente". El otro, 'La desgracia impeorable' (1972), del Premio Nobel de Literatura 2019, Peter Handke, que habla del suicidio de su madre.
Obras que, al igual que 'No entres dócilmente en esa noche quieta', intentan plasmar las experiencias más intensas que una persona puede vivir.
«Cuando un hombre pierde a sus padres, cuando un hombre deja de ser hijo, descubre que ya sólo cabe pensar en la muerte como una entidad tangible, efectiva, sólida como un muro: como una cosa que te sucederá a ti».