"Poemario lúcido, hondo, preciso, grave e irónico". Así describió el jurado de los Premios Hiperión el libro 'Hijos de la bonanza' (2020) con el que Rocío Acebal Doval (Oviedo, 1997) se ha llevado este año -pandemia mediante, pues el fallo se conoció el 21 de marzo- el prestigioso galardón.
El libro es el grito de una generación ignorada pero a la que hay que escuchar. En él el jurado del premio vio actualidad temática, y no en vano hay feminismo y ecologismo, pero también raíces y patrias, aunque no sean las de siempre: "De aquel país ajeno a las fronteras // solo guardo el recuerdo de la luz // y una aversión a la palabra patria", escribe la autora en su primer poema.
Para Acebal, los hijos de la bonanza son esa generación "a la que se educó y se inculcó que iba a vivir mejor que sus padres, y que si se esforzaba ya bastaba para conseguir un futuro, una carrera, un trabajo que te va a sostener toda la vida, y eso es un paradigma absolutamente falso", comenta al otro lado del teléfono.
El libro es el grito de una generación ignorada pero a la que hay que escuchar
Su voz habla segura y crítica: "La educación no te permite acceder a un trabajo, el mercado laboral ha alcanzado unos niveles de precarización en los que no hay casi trabajos que te garanticen que el mes que viene vas a estar cubierta", enumera. En resumen: incertidumbre. Ésta es la generación de la duda y el miedo, la generación que ha visto cómo se ha ampliado el concepto de juventud, "pero es una ficción; es que alguien con 30 años no puede mantenerse como alguien de 30 años en décadas anteriores", zanja.
Una 'joven escritora' que es mucho más
Tiene solo 22 años, pero ya ha visto y vivido lo suficiente como para saberse harta de que, a veces, solo la miren por su juventud. Habla muy claro cuando dice que no le parece bien que a los jóvenes se les mire más por su edad que por su obra, algo que ocurre especialmente con las mujeres: "pasó con Rosa Berbel y su 'Las niñas siempre dicen la verdad', que todas las reseñas destacaban la juventud y no la obra", critica. "Siempre se hace la referencia a la edad, siempre son 'la nueva nosequién'. Parece que tiene que haber una o dos mujeres por generación y vienen a sustituirse entre sí. Es molesto y lo compartimos muchas compañeras".
La poesía de Acebal es un diálogo entre la poeta y el poema, pero también entre quienes han escrito antes, a quienes reivindica continuamente en su poemario. "También tiene que ser un diálogo con el lector; la buena poesía apela al lector", opina. Hablando de poesía, y de publicaciones, se hace casi imposible no pasar por la industria editorial y su afán por publicar a personas cuyo mérito más notorio es tener un número muy alto de seguidores en redes sociales. Sobre esto, ella es crítica y llana: "Que te publiquen por followers no es problema de la poesía, sino de capitalismo. Creo que esos libros responden a un mercado y a unos intereses que también son legítimos. No tengo problema en que se publiquen, pero no me interesan".
"No tengo problema en que se publiquen libros a personas que solo tienen seguidores en redes sociales, pero no me interesan"
"La conclusión es fácil:// no vamos a vivir // mejor que nuestros padres pero al menos sabemos que podremos resistir", escribe Acebal Doval en uno de sus poemas, impregnados todos de un importante componente social. No es lastimero, no se lame las heridas, sino que reivindica, se queja, grita y admite las contradicciones de una generación que, también, es consciente de que, aunque vivirá peor que sus padres, "la mayoría no nos vamos a hundir, hay una red que nos protege y que no protege a todos. Va a haber mucha gente que no va a poder resistir".
"Donde digo suerte quiero decir la cuna", se lee en 'Autorretrato (o radiografía de un brunch con mis amigas)'; por ello, sus versos también son "un reconocimiento de que mi experiencia de lucha y dificultades no es una que venga desde una posición de tremenda opresión". Y se reconoce así como mujer, pero también como blanca de clase media que ha nacido en un país en el que ha podido viajar e ir a la universidad, por enumerar dos ejemplos.
En sus versos habla y dialoga, y también apela a sus antecesores. Ante sus palabras: "Yo nací —comprendedme—", ella explica: "Alberti dice 'yo nací, respetadme'. Años más tarde, Gil de Biedma dice 'yo nací, perdonadme'. Me parecía que no teníamos que pedir respeto, porque lo merecemos, pero tampoco pedir perdón, porque no hemos hecho nada malo por nacer cuando nacimos, pero sí tenemos que pedir comprensión. Hay una mentalidad de acusación hacia los jóvenes, pero no creo que sea nueva". También habla del adanismo como principal error de su generación, a la que no deja de pedir que reconozca el valor de las generaciones pasadas y de las raíces: "Cuando conoces la lucha y el aprendizaje de quienes vinieron antes, tienes muchas menos posibilidades de meter la pata. Los demás no son idiotas. El entendimiento entre jóvenes y mayores es la clave para hacer las cosas bien, tanto escribiendo un poema como ocupando las plazas".
El amor que espera tras una pantalla
"Ligar siendo mujer es una experiencia que no recomendaría a nadie", cuenta la autora en una conversación pausada, sin prisas, para poder hablar de lo importante. Y sí, lo importante también es el amor, presente en el libro de Acebal como un amor paciente, rodeado de despedidas: esta generación que ha aprendido a amar a través de la pantalla mientras trata de llegar a ‘ser alguien’ a mil kilómetros de distancia porque lo que esta patria le ofrece nunca llegará a materializarse en un mundo real: "Todo lo que merece la pena lleva espera y lleva trabajo", concede al otro lado del teléfono, y continúa: "El amor del que hablo en el libro es el amor construido con cuidado y con cariño y que muchas veces requiere esfuerzos. A veces el amor es una constante despedida y tienes que ser consciente de que el amor vale más que lo que pierdes".
"No tenemos que agradecer a un hombre tratar a una mujer con respeto. Tengo a los seres humanos en alta estima y somos capaces de algo mucho mejor"
Ahora bien, en estos tiempos quizá se pierde menos: "Lo tenemos más fácil para querernos a distancia; la distancia es relativa, podemos hablar y vernos las caras instantáneamente. Vivimos en el mejor tiempo posible para amar en la distancia", asevera, y continúa: "las largas cartas al amante que se ha ido están muy bien para la literatura pero no son lo mismo que poder ver a la otra persona sin ningún coste. Internet me parece una invención tan maravillosa para nuestras vidas".
Un amor, también, pasado por el agua del feminismo; un amor que tiene claro que nadie debe nada a nadie: habla de los aliados que acaban concluyendo que "son todas unas putas" y les recuerda que nadie "les va a dar un reconocimiento por ser personas decentes. No tenemos que agradecer a un hombre tratar a una mujer con respeto. Tengo a los seres humanos en alta estima y somos capaces de algo mucho mejor".
'Hijos de la bonanza' es el canto de una generación no solo olvidada, sino también vilipendiada. Una generación que se ha quedado sin sueños ni ilusiones, los hijos de la bonanza que se han encontrado fuera de tiempo y lugar. "Porque sé que los sueños se corrompen, he dejado los sueños", dijo un día García Montero. Con estos versos termina la poeta. Ella concluye, reivindicativa, al aparato: "Merece la pena intentarlo pero no podemos dejar que nos vendan la moto de que querer es poder porque la posibilidad también tiene que ver con el entorno, y si el entorno no permite que desarrolles tus proyectos de vida, por mucho que luches contra él, es muy difícil que lo consigas. El sistema tiene que ayudarnos o al menos no ponernos trabas".