"Sonríes con tus ojos porque sabes que tus labios no pueden ser vistos". Con esta frase, el filósofo croata Srećko Horvat zanja su respuesta. La pregunta es fácilmente extraíble por el contexto: este, la crisis del coronavirus, Su contestación es además una declaración de intenciones: el cambio social ya está aquí.

En torno al fin del mundo

Cuando Horvat escribe 'Poesía del futuro' (Paidós, 2019) el virus sigue siendo algo más propio de las películas de ciencia ficción. Sin embargo, y sin saberlo meses antes, Horvat nos estaba proponiendo formar una nueva sociedad después del fin del mundo. Le pregunto por el apocalipsis y él me describe una playa: "Este verano tendremos plexiglás dividiendo a la gente en la arena". Una imagen que cada vez se hace más clara, un futuro que exige de nuevas maneras de pensar y concebir las relaciones humanas.

La prueba de fuego

"El coronavirus es una prueba de fuego para los gobiernos. Pon el coronavirus en la sociedad y verás qué hay de malo en ella". Descontento con el populismo de Boris Johnson o Donald Trump, recalca que "el presidente de Turkmenistán ha prohibido la palabra coronavirus". Y en esas nos vemos, cada gobierno ha realizado su interpretación de los consejos de la OMS, a la cual defiende, pero también incluye en su listado de instituciones que han de cambiar radicalmente. En un futuro mejor, "los ejércitos, en lugar de luchar en guerras, deberán tender sus recursos para ayudar a otros países". Tampoco suena tan descabellado. Hoy, más que nunca, los ciudadanos piden un sistema público de calidad, y la solidaridad entre nosotros ha creado una nueva sensación de comunidad. Esto, en opinión de Horvat, es lo que defiende el anarquista ruso Pietr Kropotkin en 'El apoyo mutuo'.

Hacia una nueva subjetividad

¿Así que, qué hacemos? Sé que la respuesta de Horvat va a ser de carácter internacionalista, en 'Poesía del futuro' defiende un cambio global. "No existen las islas en este mundo capitalista", asegura. Eso es cierto. También es cierto que ese mundo capitalista lo que ha generado, curiosamente, es un sinfín de subjetividades estimuladas por el consumo a la carta. Entonces, ¿tiene sentido defender movimientos transnacionales cuando se han perdido las referencias de grupo? Horvat me alecciona: hoy, "cuando los estados se están convirtiendo en pequeñas fortalezas", se necesita más que nunca una cooperación global que nazca de un movimiento local. Es decir, reagrupar y reasignar los valores a nivel comunitario para crear nuevas subjetividades que encaucen el cambio hacia unas aguas más tranquilas. Así que hay que estar atentos a los hechos que determinan nuestro presente, porque este es un terreno pantanoso, y hay que mantenerse alerta para no hundirse.