"Como ayer ganó el Real Madrid la Champions, esta noche no he dormido pensado que no vendría nadie a verme", confesaba Yan Lianke, con una sonrisa, ante sus lectores.
El escritor chino presentó Duro como el agua, su última novela traducida al español, en la Feria del Libro de Madrid. El pabellón estaba completamente abarrotado, para tranquilidad del autor y sorpresa del responsable de prensa de Automática Editorial, el sello que publica a Lianke en España.
"Si pudiera mudarme a España y vivir en Toledo, cumpliría un sueño"
Nos reunimos con él un día después en Casa Asia. Tras el semblante serio hay un hombre sencillo, cercano y con sentido del humor. Acostumbrado a responder preguntas relacionadas con la situación de su país y la censura que sufre su obra, las reflexiones que nada tienen que ver con estas cuestiones son las que más llaman la atención. "Si algún día pudiera mudarme a España y vivir en Toledo, cumpliría un sueño", revela al final de la entrevista, cuando recuerda su primera visita a nuestros país, en 2009. "En ciudades como Madrid o Barcelona hay demasiada gente. Toledo es una ciudad pequeña, tranquila. Si pudiera tener una casita para escribir y pasearme sería una vida perfecta".
A la espera de ver su sueño cumplido, Yan Lianke solo piensa en escribir "una muy buena novela", continuando así una carrera literaria que comenzó en 1979, cuando trabajaba redactando discursos y eslóganes para el Ejército.
El día que Vivien Leigh le descubrió el mundo
"Con 20 años entré en el Ejército. Fue la primera vez que me monté en un tren, la primera vez que vi una televisión y la primera vez que entré en una biblioteca". Y en ese instante descubrió que el mundo no era como le habían contado. "Entrar a aquella biblioteca fue una experiencia maravillosa y sorprendente", recuerda.
"Cuando vi a Vivien Leigh, con 20 años, descubrí que los extranjeros tenían un físico diferente al de los chinos"
De allí, entre todos los libros, sacó uno al azar: Lo que el viento se llevó. "La portada era una fotografía de Vivien Leigh, la protagonista de la adaptación cinematográfica, y al verla me di cuenta de que los extranjeros tenían un físico diferente al de los chinos", reconoce Lianke. "Y en este caso, además, era una mujer muy bella". Se leyó los tres tomos en apenas tres días. Fascinado por aquella experiencia, desde entonces "no ha dejado de leer novelas de amor, y siempre que tiene la oportunidad expresa su agradecimiento a Margaret Mitchell".
En aquella época también comenzó a escribir, dice, para escapar del hambre. Su primer gran éxito fue Los besos de Lenin, que publicó en 2004... cuando el Ejército decidió expulsarle. La censura en su país le ha perseguido desde entonces. Parte de su obra está prohibida en China, pero no ha impedido que su nombre suene cada vez más fuerte para el Nobel de Literatura.
Una carrera marcada por la censura
"No existe ningún documento legal que recoja los temas de los que no se pueden hablar", comenta el autor, "pero los propios escritores saben que si abordan ciertos asuntos, su libro no se podrá publicar". Entre esas líneas rojas están el Gran Salto Adelante, la Gran Hambruna o la Revolución Cultural, periodos que él mismo ha vivido y que incluso, a pesar de la censura, ha podido tratar en sus novelas.
Explica que "la sociedad china se ha ido desarrollando con altibajos". Hay momentos de mayor apertura y momentos en las que no la hay. "Podríamos decir que el desarrollo de la historia en China han sido tres pasos hacia adelante, dos pasos hacia atrás. Este proceso se va repitiendo, de modo que hay ciertos periodos de retroceso pero, a la larga, se produce un avance", cuenta.
Así se entiende que una novela como Duro como el agua, hoy imposible de reeditar en China, pudiera publicarse hace más de 20 años, en un momento de mayor tolerancia. En esta obra, Lianke aborda la Revolución Cultural (1966-1976), "una gran tragedia que se puede equiparar con la Primera y la Segunda Guerra Mundial".
La Revolución Cultural: diez años de oscuridad
Fue un movimiento sociopolítico con el que Mao Zedong impuso su pensamiento, creando el famoso Libro Rojo de Mao (se estima que se han impreso más de 900 millones de ejemplares desde su publicación, en 1964), purgando a altos cargos y persiguiendo a los disidentes. "El culto a la personalidad llegó a su punto más alto, se acabó con el orden social y los ciudadanos empezaron a verse como enemigos entre sí", lamenta Yan Lianke. "Lo mejor de la naturaleza humana se echó a perder".
"La Revolución China fue una tragedia comparable a la Primera y la Segunda Guerra Mundial"
Fueron diez años "de locura, desorden y caos" que han quedado plasmados en Duro como el agua. "Se creó un lenguaje muy especial. Todo el mundo sabía que las palabras que más poder tenían eran las citas de los ensayos políticos de Mao Zedong, y sabíamos también que había que utilizar las consignas y los lemas para llevar a cabo la lucha. Recuerdo que en los estudios no tenía ninguna presión, lo único que tenía que hacer era memorizar citas de Mao".
Casi 50 años después, sigue habiendo "una lógica política muy determinada. Hay un lenguaje en los periódicos que puede parecer vacío, pero tiene muchísima fuerza. Todos los aspectos acaban siendo gobernados por un lema", asegura Yan Lianke. "Desde fuera puede parecer que la sociedad está controlada por el poder, pero si vamos a las profundidades veremos que, en realidad, está controlada por el lenguaje".