Nativel Preciado

Editorial: Espasa

Año de publicación original: 2024

Las cartas sobre la mesa. Para que esta relación entre tú, lector, y nosotros, los que hacemos esta web, funcione, es necesario que seamos lo más sinceros posible. Y ahí va: nunca en mi vida me hubiera detenido a leer esta novela. No por animadversión, sino porque no pensé que fuera yo su público.

Y estoy convencido de que, precisamente por haberla leído desde ese lugar, la he disfrutado tanto. Tirando de memoria me he dado cuenta, además, de que nunca he leído nada de Nativel Preciado, finalista del Premio Planeta por El egoísta, ganadora del Premio Azorín por El santuario de los elefantes, y ganadora también del Premio Primavera de Novela por Camino de hierro.

No creo que nadie pueda dedicarse a esto durante décadas sin un mínimo de talento

Ninguna novela, quiero decir. Verla, la he visto mil veces en televisión y me gusta mucho la pausa con la que dice todo, lo ecuánime que es, pero novelas nunca había leído una suya; no porque dude de sus capacidades, eso no, no creo que nadie pueda dedicarse a esto durante décadas sin un mínimo de talento. Y así es.

Comencemos por el principio

Sí que diré que las primeras páginas de la novela me parecieron tediosas. La historia de una escritora viuda de un famoso banquero que quiere escribir su última novela con la ayuda de un joven escritor fracasado me resultó completamente ajena. Durante las primeras páginas no logré conectar con él ni con el genio de ella, la Olivia del título, una mujer soberbia, pija y desagradable, no en el sentido divertido de la palabra, sino en el peor de todos, en el que te impide sentir ninguna simpatía por ella y te expulsa de la lectura.

Tuve que aguantar, esto es un trabajo, y entonces se hizo la magia.

Qué bien engaña Nativel Preciado en las primeras páginas y cómo te va llevando donde quiere

En un momento concreto comienza el mambo, y fue cuando sonreí para mí mismo y recordé la frase que he escrito un poco más arriba: "nadie puede dedicarse a esto durante décadas sin un mínimo de talento". Casi que me da vergüenza decir desde aquí quién puede tener talento y quién no, pero sí puedo decir lo que me gusta y lo que no, lo que me hace disfrutar, y puedo decir que en ese momento comencé a disfrutar esta novela como un gorrino en una charca.

Qué bien engaña Nativel Preciado en esas primeras páginas, qué bien introduce la novela dentro de la novela (la que el joven fracasado y la consagrada escritora redactan al alimón) y cómo te va llevando donde quiere, abriéndote ciertas puertas para que entres en unas habitaciones que resultan trampantojos de una historia que poco a poco se va desgranando ante ti.

Un oscuro pasado

Teo, que así se llama el escritor que contrata Olivia, acepta ser su negro y la acompaña en un viaje a su ciudad natal, León. Allí conocerán a una amiga de la infancia de la escritora que le hará ver a Teo que no le ha contratado por su talento con las palabras, sino que hay razones más oscuras.

Sacar a la luz esas razones será el motor que tire de la novela y del lector y que, ya te digo, te hará disfrutar de este libro por múltiples razones: la aventura, el misterio y la enorme sensibilidad humana que desprende la escritura de Nativel Preciado.

Una novela como una matrioska

A lo largo de la obra, Preciado intercala la novela que escriben los protagonistas. Un recurso introducido de alguna manera en la novela de las novelas, en la que decimos que es el primer libro de este tipo tal y como los conocemos: Don Quijote de la Mancha. Aunque en esta, las ficciones que intercala Cervantes no aportan a la trama principal, sino son más bien pasajes que distraen de la misma.

Se deja que el lector crea que sabe lo que ocurre o lo averigüe de verdad a la vez que los protagonistas

En Misery, Stephen King sí juega a esto, y no solo es que la novela de la ficción dé nombre a la novela principal, es que en ella se van apreciando elementos de la historia a la que pertenece, como la pérdida de letras en la máquina de escribir que utiliza el pobre Paul Sheldon secuestrado. Paul Auster también jugó a este juego en La noche del oráculo y Julio Cortázar en el cuento Continuidad en los parques.

También Juan José Millás ha utilizado este recurso alguna vez, aunque a este autor le interese más para tratar la dualidad del ser humano, las vidas paralelas que uno pueda tener o llegar a vivir, más que el juego literario.

En Palabras para Olivia, Nativel Preciado emplea este recurso de una forma que iba a explicar, pero que será mejor que no diga nada para que sea el lector quien lo descubra y se deje llevar, y así, descubrir esta historia de amor o no a través del tiempo y de la memoria, ambientada en la majestuosa ciudad de León.