Marta Armingol y Laureano Debat
Editorial: La Caja Books
Año de publicación original: 2024
Fue un experimento del régimen franquista. Unas 55.000 familias se convirtieron en colonias. Estrenaron pueblos ideados por el dictador para llenar de vida la España rural entre los años 40 y 70. En paralelo a los fenómenos migratorios a los polos de la industria como País Vasco y Cataluña, cerca de 300 nuevos pueblos fueron la tierra prometida.
Se crearon infraestructuras como canales, pantanos y presas para llevar el riego a esas tierras desérticas. Esos páramos se convirtieron en tierras aptas para el cultivo, y cada familia recibió lo que se llamaba 'el lote' que, además de la parcela de tierras, comprendía en algunos casos ganado.
Marta Armingol y Laureano Debat han cartografiado un mapa de lo que fueron esos pueblos y lo que son ahora
Marta Armingol y Laureano Debat han cartografiado un completo mapa de lo que fue y de lo que queda de esos pueblos a través de los testimonios de sus colonos. La autora es, además, descendiente de ellos y consigue adentrarnos en el complejo fenómeno de este éxodo migratorio sin precedentes que tuvo lugar en la España franquista.
Memoria democrática
Uno de los escollos principales que se les presentan es su supervivencia: ¿cómo han llegado estos pueblos creados por el dictador al día de hoy? A la problemática de cualquier núcleo habitado de la España vaciada (como puede ser la falta de servicios públicos mínimos) se suma la de la identidad. Muchas de esas localidades han tenido que cambiar su nombre y adecuarse a la Ley de Memoria Democrática de 2022.
Quedan, de hecho, cuatro pueblos con nomenclatura que no cumplirían los requisitos. Son Villafranco del Guadiana (Badajoz), Villafranco del Guadalhorce (Málaga), Alberche del Caudillo (Toledo) y Llanos del Caudillo (Ciudad Real). Es muy interesante acudir de la mano de los autores al debate sobre el pertinente (o no) cambio de denominación o la salvaguarda de su identidad original.
Algunos de estos pueblos fueron levantados por los represaliados republicanos en campos de trabajo
El libro recoge con extremada honestidad de la mano de los testimonios de sus pobladores la perspectiva desde la que se aborda que sus pueblos fueran creados por el régimen. En algunos casos fueron levantados por los represaliados en campos de trabajo de presos republicanos. Sus habitantes hoy meten el dedo en la llaga y opinan hasta qué punto el régimen les facilitó la tenencia de una propiedad, mientras que otros recalcan que nadie regaló nada haciendo alusión a la dificultad de levantar desde cero esos pueblos.
Una de las descendientes de colonos entrevistadas lo expresa en estos términos: "Gracias a Franco, mis padres o yo, hemos tenido lo que tenemos hoy. Pero Franco no se lo dio, eso fue comprado. Las tierras y la casa costaron700.000 pesetas pero todo se pagó".
Pueblos innovadores
Una de las características menos conocidas de estas poblaciones es que tras esa imagen de edificios racionalistas y casi a modo de fotocopias dispuestos en cuadrículas, se escondía una amalgama artística digna de ser expuesta en un museo. Tanto es así que muchas de las obras pasaron a exponerse en el que hoy es el Museo Reina Sofía.
En el diseño de estos pueblos inventados trabajaron 26 escultores, 38 pintores y 7 ceramistas. Una de las construcciones que curiosamente alberga parte de esas obras son las iglesias. Aún se pueden observar en los templos de muchos de esos pueblos originales esculturas y murales de vanguardia. Y el libro desentraña cómo, paradójicamente, el régimen tuvo que acudir a los artistas de izquierdas para su diseño. Artistas formados en las vanguardias europeas como la Bauhaus.
Las mujeres de esa España rural
Otro de los ingredientes interesantes de este compilado de historias es la perspectiva de género. Los autores se han esmerado en dar voz a todas aquellas mujeres que arrimaron el hombro para crear esos pueblos ideados por Franco.
Las mujeres eran un simple requisito para obtener el título de propietario de aquellas viviendas porque era obligatorio estar casado
Destacan los cientos de testimonios de familias que ensalzan esa labor de las mujeres. Mujeres que, en esencia, eran un simple requisito para la obtención del título de propietario (porque el colono debía estar casado). Muchas dejaron sus estudios y tuvieron que dedicarse a las duras labores del campo a la par que a la crianza y al cuidado de las familias.
Y por si a alguna se le olvidaba este rol de dedicación omnipresente el régimen se encargaba de abrir sucursales de la Sección Femenina en cada pueblo, para conseguir el objetivo de alejar a las mujeres de la denominada "pedantería del saber". El libro repasa con gran acierto la biografía de su máxima institutriz, Pilar Primo de Rivera, que a pesar de evangelizar con estos valores nunca consintió casarse y dejar su cargo como máxima mandataria de ese órgano de adiestramiento de las mujeres.
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