David I. Kertzer

Traducción: Joan Eloi Roca

Editorial: Ático de los libros

Fecha de publicación original: 2022

En marzo de 2020, el Papa Francisco pidió la desclasificación de los archivos relativos a Eugenio Pacelli, más conocido como Pío XII, fallecido en 1958. En total, 16 millones de documentos. Aquella orden abrió una particular caja de Pandora papal a la que se lanzaron los investigadores para desentrañar uno de los capítulos más negros de la historia vaticana.

Pío XII fue tildado por su indolencia frente a los regímenes fascistas

Correspondencias y documentos internos que terminaba de dibujar el perfil de aquel Papa tildado de tibio por algunos, tanto por su indolencia frente a los regímenes fascistas, como por su inacción durante el Holocausto. Uno de los investigadores que se lanzó en busca de estos textos fue el historiador David I. Kertzer, premio Pulitzer en 2015, de quien se publica ahora El Papa en guerra. La historia secreta de Pío XII, Mussolini y Hitler por primera vez en castellano en nuestro país.

Pío XI y su rechazo a los nazis

Kertzer arranca su investigación en la primera y única visita de Adolf Hitler a Roma, antes de que Pío XII llegara al Vaticano. El Reich trataba de mostrar músculo en 1938, al tiempo que el Duce se posicionaba como un aliado esencial en los planes del Führer. Aquel día las luces del Vaticano no se encendieron. El Papa Pío XI había mostrado su preocupación ante el avance de los totalitarismos en Europa y aquello era el colmo.

En una reunión privada para bendecir a una joven pareja recién casada, el pontífice se lamentaba por la omnipresencia de esvásticas en la ciudad en detrimento de "la cruz de Cristo". Mussolini, cada vez más molesto con el Papa, buscaba un cambio de rumbo por parte del gobierno papal, presionando para estrechar relaciones con la Alemania nazi.

El Papa Pío XI había mostrado su preocupación ante el avance de los totalitarismos en Europa

A aquella visita le siguió una encíclica que terminó por incendiar aún más los ánimos. Por toda la cristiandad, prelados, sacerdotes y obispos leyeron a sus fieles un texto titulado Con profunda ansiedad donde Pío XI expresaba su preocupación en un momento en el que cualquier crítica al Régimen en Alemania era motivo de alta traición. Hitler tenía clara su intención de no enemistar a la mayoría católica alemana y el papado llegó a firmar un acuerdo con el Führer que, tiempo después, se demostraría insuficiente.

Los deseos del fascismo se vieron cumplidos con la muerte del pontífice. Su mano derecha, Eugenio Pacelli, había sido el encargado de mediar entre los intereses de la Iglesia y el fascio y conocía bien los intríngulis en los que se encontraba la Santa Sede. El 2 de marzo de 1939, seis meses antes de que empezara la Segunda Guerra Mundial, Pacelli se convirtió en Pío XII e inauguró una nueva era en la relaciones diplomáticas vaticanas.

Un Papa anticomunista

De origen humilde y convicciones anticomunistas, en su investigación, Kertzer describe al nuevo Papa como un hombre metódico, versado en los asuntos exteriores de la administración y convencido de la victoria inminente del Eje. Entre tanto, irónicamente, la propaganda del Duce se deshacía en halagos al antiguo Papa recién fallecido, Mussolini adoptaba cada vez más políticas de su homólogo alemán mientras trataba de acercarse al nuevo Pontífice.

Medios católicos publicaban en 1939 arengas antisemitas en las que recordaban que los judíos eran responsables de la muerte de Jesús

El antisemitismo se extendía como un cáncer entre los países afines al Eje, Italia empezaba a hacerse eco a través de artículos incendiarios dirigidos a la población judía. La propaganda del Duce se jactaba de la benevolencia de Hitler en contraposición con las persecuciones históricas que el Vaticano había motivado a lo largo de su historia contra el pueblo hebreo.

La Civilitá Católica, uno de los principales medios dirigidos a los fieles italianos, preparaba la Pascua de 1939 con arengas antisemitas en las que se recuerda a sus lectores que se trata de un pueblo responsable de la muerte de Jesús. La maquinaria propagandística ya estaba en sincronía con los planes que desembocarían en el Holocausto y el Vaticano no parecía dispuesto a cambiarlos.

¿Un Papa culpable?

Pero la parte central de la investigación de Kertzer se centra en torno a la relación última que la influencia papal tuvo en el desarrollo de la guerra. La tesis que defiende el investigador no permite salir de la ambigüedad que siempre atravesó el papado de Pío XII, pero sí que nos ofrece un retrato mucho más completo. Desde intentar garantizar el futuro de los judíos conversos, con bautismos de última hora incluidos, hasta las posturas adoptadas con respecto a la amenaza soviética, principal preocupación de Pacelli durante los años de guerra.

La sensación de indolencia de los católicos italianos, así como la falta de revisionismo histórico tras la guerra, dejó un panorama de reparación ralo. Un escenario que no mejoró en los años siguientes al armisticio. La primera investigación que apuntó hacia el desdén papal con respecto al Holocausto fue la de Arturo Jemolo. Casi una década más tarde, el estreno de la obra teatral, El Vicario, terminó de abrir la caja de los truenos, señalando directamente a Pacelli como colaborador nazi.

David I. Kertzer se centra en el silencio papal como eje fundamental de su colaboracionismo

El investigador se centra en el silencio papal como eje fundamental de su colaboracionismo. Si bien, este libro nos insta a entender los actos de Pacelli bajo la luz de la supervivencia a la sombra de las relaciones con Mussolini y Hitler, la postura del Vaticano no cambió a partir de 1942, cuando la guerra se inclinó a favor de los Aliados. Tampoco en 1943, durante la deportación de los judíos italianos a Auschwitz.

Kertzer subraya que no fue hasta el ascenso de Pablo VI, en 1963, que no se intentó enmendar la ofensa histórica de la institución contra dicho pueblo. Culpable o no, la figura de Pío XII se centró en una hoja de ruta que no cambió un ápice cuando se estaban dando los mayores crímenes de la humanidad. Miraron de forma impasible mientras millones de personas eran asesinadas en la terrible Solución Final, en uno de los capítulos más negros de un mundo, definitivamente, dejado de la mano de Dios.

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