Emilia Landaluce y Rosa Belmonte
Editorial: Espasa
Año de publicación: 2024
Dice la contraportada de Donde caiga la flecha que es una novela negra, de un posible asesinato encubierto. Y sí, es eso, pero no solo o no principalmente: esto es una novela de justicia divina o del poder vengador de la naturaleza; y sobre todo de los medios, de los periódicos tradicionales, de los periodistas, de las maneras de informar.
Lo primero, lo de la justicia divina, lo entenderán si leen la novela hasta el final. Lo segundo, lo de los medios, tiene que ver con la protagonista y su ambiente: Socorro Núñez, redactora estrella de sucesos de El Matinal y también protagonista de la anterior novela de las autoras, La mala víctima, y esperemos que de una futurible próxima.
Socorro vuelve a la carga
En aquella, Socorro cubría un asesinato y violación para su periódico e indagando en ello llegaba a resolver el crimen. Ahora Socorro se pone a investigar un suicidio, un tres veces suicidio, de un discapacitado funcional al que se le condenó por el asesinato de dos niñas, de dos menores, en los años 90. Y aunque es relevante en la trama, por supuesto, el averiguar si realmente se suicidó o si incluso realmente fue el asesino de las crías o una cabeza de turco, acaba resultando más atrayente la descripción del mundo periodístico.
A saber: un medio que intenta que internet no lo arrolle, la búsqueda de suscriptores, negocios familiares engullidos por grupos empresariales, los planes de transformación digital, profesionales válidas postergadas por visiones tradicionales, directores tan serviles con los propietarios como con los que se publicitan o redactores ansiosos por trepar.
Al final, más que averiguar lo que pasó, acaba resultando más atrayente le descripción del mundo periodístico
También jóvenes recién salidos de la facultad a los que anulan sus aspiraciones enviándolos a picar textos en internet, viejos columnistas incapaces de acercarse a los nuevas situaciones sociales y laborales, gente con méritos que no asciende por no visitar despachos o porque otros premiados solo sirven para mandar y no para trabajar…
Toda una serie de situaciones y personajes perfectamente identificables. No solo para los que trabajan en los medios, también para los de cualquier ámbito: en todas partes hay quien se corresponde en sus actitudes o ambiciones con los retratados aquí.
Conflictos de clase
De entre todos esos personajes secundarios destacan dos: las hermanas Lequerica, Pila y Pincho, propietarias de una parte de las acciones del periódico, de un gran piso en el centro del noble barrio madrileño de Salamanca y de varias fincas cinegéticas en la zona sur de La Mancha. Y señoras de Antonia, la cocinera de ellas y la madre de Socorro. Sí, la redactora estrella es hija del servicio de las dueñas.
Todo lo que aparece escrito en esta novela resulta verosímil, veraz y creíble
Esto sirve para mostrar inseguridades de clase de Socorro, mucho más presentes en La mala víctima; para armar parte de la trama en torno a esas tierras de caza; y para mostrar un cierto arriba y abajo y para algo más: retratar el contraste de nuevos y viejos ricos, de una manera de ser del dinero de estilo clásico o antiguo frente a otro más pretencioso u ostentoso.
Todas las descripciones, todos los ambientes, todos los diálogos, todo el trasfondo de los personajes y sus circunstancias resultan verosímiles, veraces, creíbles. Posiblemente porque las autoras, Emilia Landaluce y Rosa Belmonte, saben de lo que escriben. La primera es periodista en El Mundo, la segunda es columnista en el ABC. La primera, tiradora y asistente a cacerías donde lo mismo va el emérito Juan Carlos que Genoveva Casanova; la segunda, lectora y espectadora lo mismo de Alice Munro que de Isabel Pantoja.
¿Quién escribe qué?
Para el que siga a ambas o para el que le basten estos breves apuntes sobre ambas, les puede resultar simpático el tratar de averiguar qué parte del capítulo o qué capítulo ha escrito cada una de ellas. Se puede sospechar que los de la caza corresponden a Landaluce, que los de mayores referencias culturales a Belmonte… o no: a veces nada es como todo parece indicar, a veces nada es como todos aseguran que es, a veces engañan las apariencias o los prejuicios o las pruebas.
Y de eso también va esta novela tan entretenida y aleccionadora como un episodio de Ley y Orden, unidad de víctimas especiales, serie de las que las escritoras, y no solo ellas, son fieles. "Buen trabajo", les diría Olivia Benson.