Mario Marín

Editorial: Ediciones del Viento

Año de publicación original: 2024

Hablar mal de una novela, de un escritor, es fácil. Señalarlo como torpe, vacío, presuntuoso o cosas peores te deja en una posición de superioridad desde la que es sencillo manejarse. Pero alabar a alguien, decir de ese libro que es lo mejor que has leído, es jugársela, es apostar a tu primogénito. Es tirarse de cabeza desde un puente. Es arriesgarse a que cualquier vaya, lea ese libro y te diga que eres un necio que no tiene ni idea de nada.

Mario Marín es el escritor español vivo con más y mejor estilo

Bien, pues allá va. Lo digo bien alto y bien claro, para que nadie dude del sentido que querían tomar mis palabras: Mario Marín es el escritor español vivo con más y mejor estilo. Nadie escribe tan bien como él. Nadie. Nadie cuenta las historias como él las cuenta. Nadie dibuja la calle con palabras como él la dibuja. Nadie. De verdad. Nadie.

Y os digo una cosa. Estoy tan seguro de esto que digo que estoy deseando que todo el que lea esto se vaya a una librería y se pille este o cualquier otro libro de Mario Marín. Y si a alguno no le gusta que me lo diga. Y si alguien piensa que lo que hace este hombre no es escribir con estilo que me lo cuente. Y lo hablamos con dos cervezas. Y vemos entonces quién es el necio.

Pero, ¿quién es Jesuclisto?

Jesuclisto es la historia increíble de una desaparición. Increíble porque el desaparecido está, en realidad, en el hospital, a la vista de todos. Pero en realidad no está, ha desaparecido y nadie sabe qué ha sido de él. Una premisa tan extraña y surrealista que solo alguien como Mario Marín es capaz de sostenerla a lo largo de más de 250 páginas que se quedan cortas.

Jesuclisto en realidad es Zao Tianshou, el tercer hijo de los del restaurante Gran Muralla de Huelva, que nació allí y de joven le dio por el rock, se dejó el pelo largo y la barba y le empezaron a llamar así. Un artista que estudió Bellas Artes en Sevilla y que es conocido en todo el barrio de Viaplana, en Huelva, por su generosidad y su facilidad para salirse del tiesto e ir por libre sin llegar a ser cargante.

"Es una cosa de aburrimiento, de tristeza abúlica y desconsuelo, de mineralización poblacional, de amargura de bloque VPO y de imán por la nada"

Un día, Jesuclisto se ve envuelto en una pelea multitudinaria que acaba en comisaría. Allí la gresca se renueva y en un mal lance cae contra el pico de un mueble y se abre la cabeza. Es trasladado al hospital con pronóstico grave y en coma, pero cuando llega su mujer y algunos de sus amigos a verle, aseguran que aquel hombre prostrado en cama no es Jesuclisto. Que no saben quién será, pero que Jesuclisto no es.

Y desde entonces, como dice Mario Marín en las primeras páginas, "esto es una cosa de aburrimiento, de tristeza abúlica y desconsuelo, de mineralización poblacional, de amargura de bloque VPO y de imán por la nada". No me digan ustedes que esto no es tener estilo escribiendo.

La historia de una ausencia

A partir de ahí, la novela se convierte en el dibujo de una silueta. El narrador de la historia, su vecino y amigo, Manuel, con quien estudió de joven Bellas Artes en Sevilla, pasa a recordar pasajes de la vida del desaparecido mientras describe los empeños del barrio y de su mujer, Lola, por encontrarle y entender qué ha ocurrido.

Y es la ausencia de Jesuclisto la que llena toda la novela, es ese vacío nuevo, con el que nadie sabe muy bien qué hacer, el que ocupa a un montón de personajes pintorescos y diferentes, todos con el barrio grabado a fuego en la sangre y el cariño por Jesuclisto por bandera. Un grupo de vecinos a muerte con una mujer que no solo se ha quedado sola, sino que además no puede llorarlo porque las autoridades le aseguran que no, que su marido está allí, en coma.

Es la ausencia de Jesuclisto la que llena toda la novela, ese vacío nuevo con el que nadie sabe muy bien qué hacer

Y en esa dicotomía de no tenerlo y de no saber donde está crece el drama. "La propia incerteza es estilete que se clava y asidero para seguir a flote", se lee en la página 100 de Jesuclisto. Certero y rápido como una puñalada.

Y esta premisa tan complicada de sostener, tan rocambolesca, en las manos de Mario Marín se convierte en una novela costumbrista. Una serie de diapositivas de barrio en las que poder ver cómo funciona la solidaridad, el sentimiento de pertenencia, el dolor en sus diferentes niveles y cómo la memoria pinta lo que la vida se empeña en borrar.

Mario Marín, un autor único

Jesuclisto es la cuarta novela de Mario Marín, un licenciado en Bellas Artes que dedica a series pictóricas y escultóricas gran parte de su tiempo. Otra parte se la dedica a la docencia del dibujo en secundaria. Y el resto a tomarse unas cervezas, pasear, hacer fotos, charlar con sus amigos... vivir.

Y esa manera de entender esto tan ridículo que llamamos vida se plasma en cada una de las novelas que ha publicado. Su prosa es oral, de calle, liviana como una conversación de te encuentro por la calle pero profunda como un abrazo a un amigo al que se le había perdido la pista.

Leer a Mario Marín es pasearse por Huelva, porque se detiene en cada calle, en cada bar, en cada vecino. Y los describe con paciencia y cariño

Y da gusto leerle. Porque da gusto sonreír a veces e incluso, otras veces, da mucho gusto reírse a carcajadas. Pero también da gusto escuchar a alguien reflexionar con acierto sobre la ausencia, la muerte, la amistad, por ejemplo. Y también da mucho gusto que te entretengan con una historia, que te cuenten bien las cosas, que se detengan en los detalles, que te expliquen si aquel día llovía, cómo apretaba el sol o de dónde venía el viento.

Y eso lo hace Mario Marín mejor que nadie. Leer sus novelas es pasearse por Huelva. Porque se detiene en cada calle, en cada bar, en cada vecino. Y te los describe con paciencia y cariño. El cariño que le pone uno a las cosas que le importan. Y eso hace que te metas de lleno en sus historias y te sientas casi un personaje más.

"Es el arte de lo mínimo y la belleza de lo exiguo, es sin esperarlo, la estética de lo informe, y esa, con el curioseo y el aprecio adecuados, es de las de categoría superior". No tengo nada más que decir. Leed a Mario Marín. Leed Morir es un color. Leed El color de las pulgas o Mañana es el día siguiente. Leed Jesuclisto. No se hagan eso de no leerle.

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