David T. Courtwright

Traducción: Javier Quevedo Puchal

Editorial: Yonqui Books

Año de publicación original: 2019

Hace cuatro décadas que el concepto de adicción incluye muchos más estímulos y sustancias que el alcohol y las drogas. El sexo, el juego o las redes sociales son ya también adicciones reconocidas por la OMS desde 2018. Sin embargo, los estados y empresas siguen mostrando complicidad con los placeres efímeros, convertidos, a menudo, en la única vía de escape de las personas más desfavorecidas por el mismo sistema que las sostiene.

En Capitalismo límbico, David T. Courtwright ofrece una historia del mundo a través de las adicciones, el negocio que suponen y la complicidad de los Estados que las promueven. Un estudio que nos muestra los primeros textos que avisaban sobre los peligros del juego, hasta bombones para amas de casa cargados de metanfetaminas. Con el objetivo de explicar cómo los gobiernos también son cómplices de los vicios que, de vez en cuando, tratan de censurar.

Neolítico ebrio

El sistema límbico integra nuestros procesos emocionales, incluyendo aquellos que tienen que ver con la respuesta que ofrecemos a los estímulos del entorno. Esos estímulos pueden ser tan inmediatos y placenteros que terminan convirtiéndose en parte del círculo de la adicción. No importa si se trata de el consumo de estupefacientes o ganar el bote en una tragaperras. Todos pasan por el sistema límbico.

Esta relación de estímulo, respuestas y descargas inmediatas de adrenalina componen un sistema de gratificaciones intrínsecamente ligado a nuestro concepto de civilización. Courtwright recoge varias teorías que apuntan a que los humanos estaban más interesados en la creación de cerveza que de panes cuando empezó la 'domesticación' de levaduras.

A medida que los primeros asentamientos humanos crecían y prosperaban, los vicios y adicciones lo hicieron también

Varios investigadores, a partir de los años 50, empezaron a apuntar a que muchas de estas especies de levaduras, usadas en la elaboración de bebidas alcohólicas, son tan antiguas como las usadas en el pan. Y la razón es lógica, los primeros pobladores habrían primado obtener una bebida libre de gérmenes con la que aplacar su sed, antes que beber agua contaminada.

Los licores estaban, también, estrechamente ligados a los ritos religiosos. Con el desarrollo de los primeros asentamientos humanos, también aparecieron los días de asueto y las festividades espirituales, donde este tipo de brebajes eran muy habituales. El investigador postula a lo largo de este libro que, a medida que dichos asentamientos crecían y prosperaban, los vicios y adicciones lo hicieron también. Y nada es enteramente casual.

Vicios viejos y nuevos

El emperador Claudio hizo instalar una tabla para jugar a juegos de azar mientras viajaba y en una tumba de 2.300 años de antigüedad perteneciente a la dinastía Qi, los arqueólogos hallaron dientes con 14 caras talladas que servían a este mismo propósito. Y entre los siglos VII y VI, los pueblos lidios jugaban para obviar las hambrunas que sufrían.

A medida que los ambientes urbanos se desarrollaban, el juego se fue convirtiendo en un enorme negocio, capaz de enriquecer, distraer o, incluso, engrosar las arcas del Estado. Y al mismo tiempo que este se desarrollaba, también lo hacían sus efectos más perniciosos. No es de extrañar que la adicción al juego apareciese por primera vez representada en El lamento del jugador, un himno hindú de más de 3.500 años de antigüedad.

Puritanos y viciosos

Las políticas de prohibición son igual de antiguas. En 1639, el emperador Chongzen decretó la pena de decapitación para los agricultores que cultivasen y vendiesen tabaco en las ciudades. Las poblaciones rurales descubrieron un filón que les llevó a dejar de cultivar arroz para centrarse en variedades que ofrecían mejores beneficios.

Courtwright explica que el declive de un vicio siempre conlleva el auge de otro

Los grandes periodos de depresión y guerra empezaron a formular las primera leyes antivicio modernas. La Revolución Francesa propició un sistema de regulación que pretendía frenar las epidemias de enfermedades de transmisión sexual, en especial la de la sífilis. Lo mismo ocurrió en las colonias españolas, como la de Filipinas. Cuando en 1898, el país pasó a estar bajo el control de Estados Unidos, los burdeles se pintaron con barras y estrellas para anunciar su nuevo estatus.

Con el final de la Primera Guerra Mundial, proliferan aún más. La Ley Seca en Estados Unidos prohibió la venta de alcohol durante décadas gracias al activismo antivicio de muchas mujeres hartas de soportar a sus maridos bebidos. Courtwright explica que el declive de un vicio siempre conlleva el auge de otro. El consumo de azúcar aumentó un 25% en la sociedad norteamericana en los años que el alcohol estaba vetado. Y lo mismo ocurrió con la prostitución o el juego.

150 millones en calderilla

Sin embargo, el negocio era demasiado jugoso y los cientos de miles de soldados estadounidenses repartidos y aburridos por todo el mundo daban buena fe. A principios del siglo XX, los clubes de servicio militar estadounidenses contaban con dispensarios de cigarrillos, máquinas tragaperras y alcohol a raudales. Y, a pesar de la mala fama de estos entornos, dejaban pingües beneficios a la administración pública. Hasta 150 millones de dólares en calderilla se dejaban al año en ellas.

Durante la Segunda Guerra Mundial, los Estados Unidos repartieron 50 millones de condones al mes y cigarrillos gratis que servían como moneda de cambio en los países en guerra donde recalaban. El Infantry Journal llegó a afirmar que, entre la soldadesca, "no es tan inadmisible cierto retorno a lo primitivo".

Durante la Segunda Guerra Mundial, EE. UU. repartió 50 millones de condones al mes y cigarrillos gratis que servían como moneda de cambio en el frente

Y ni las amas de casa alemanas se libraban de los nuevos vicios químicos que el capitalismo ofrecía. En 1930, los bombones Hildebrand incluían metanfetaminas que se publicitaban como "los que siempre deleitan". El Pervitin, su compuesto principal, se convirtió en la base para que las fuerzas armadas nazis pudiesen marchar con la celeridad que sus tácticas de guerra relámpago les exigían.

Capitalismo límbico

Capitalismo límbico se edita en España a través de Yonki Books, una editorial dedicada a la publicación de libros que giran en torno a temas espinosos como la adicción.

Courtwright ofrece un retrato del mundo contado a través de nuestros cerebros. De la necesidad constante de estímulos fugaces e intensos, pero también de cómo esa 'debilidad' ha dado forma a nuestro concepto de civilización. Podríamos decir que somos Homo Sapiens Addictus: necesitados de estímulos que el capitalismo se cobra caros.

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