Fernando Hernández Sánchez
Editorial: Crítica
Año de publicación original: 2024
A veces damos por sentadas cosas que son verdades a medias. Pensamos, por ejemplo, que un periodo histórico se desarrolló de una forma determinada y luego resulta que no. Que al escarbar y analizar esa época pretérita descubrimos hechos que nos habían pasado completamente desapercibidos y que cambian por completo la idea que teníamos de ese momento en concreto.
Tras la Guerra Civil, el bando republicano todavía albergaba esperanzas de expulsar a Franco tras la Segunda Guerra Mundial
Si pensamos en el Partido Comunista Español y su exilio durante el franquismo, quién más quién menos sabe que Santiago Carrillo y los suyos tuvieron poco que hacer cuando Franco venció en 1939. Huyeron de España y les tocó esperar hasta que la Transición les trajo de nuevo a nuestro país . Grosso modo, podría decirse que esta es la idea que tiene cualquiera que haya pasado por la EGB y la LOGSE de antaño y la LOE de ahora.
Son los conocimientos básicos. Pero hay mucho más si se quiere prestar atención al detalle. Esas verdades a medias que decíamos antes pasan a tener un cariz totalmente distinto. En Falsos camaradas, el profesor y doctor en Historia Contemporánea Fernando Hernández Sánchez nos ofrece una visión de la historia del PCE totalmente distinta. Por lo menos en lo relacionado a las décadas que les tocó vivir fuera de España mientras Franco hacía y deshacía a su antojo en nuestro país.
Persiguiendo comunistas
Por no extendernos mucho, que para eso ya está este libro y lo hace de forma magistral, solo diremos que tras la Guerra Civil el bando republicano todavía albergaba esperanzas de expulsar a Franco al final de la Segunda Guerra Mundial. Pero con el arranque de la Guerra Fría y ante el sentimiento general de que la URSS podría invadir Europa, los aliados se olvidaron de lo bien que les vino el comunismo en su batalla contra Hitler.
Esta traición fue demoledora: más de dos mil detenidos, 46 condenados a muerte y un total de 1.744 años de cárcel para los que sobrevivieron
Ahora eran el enemigo y Franco, un dictador que les molestaba mucho menos que antes. Por eso se olvidaron de él y de los republicanos. Fue entonces cuando la dictadura franquista aprovechó que el Pisuerga pasaba (y pasa) por Valladolid redoblando su represión contra los comunistas escondidos que todavía quedaban en España.
Este frente antipartisano vivió su episodio decisivo en 1947, cuando algunos mandatarios comunistas se pusieron al servicio de la policía. Se convirtieron en infiltrados. En confidentes. En traidores. Entregaron la estructura clandestina de su propio partido. Las consecuencias fueron demoledoras: más de dos mil detenidos, 46 condenados a muerte y un total de 1.744 años de cárcel para los supervivientes.
¿Por qué esta traición?
Había comunistas desmoralizados con su vida y la del propio partido en la posguerra. Creían que su situación se estaba extendiendo demasiado tiempo y ante la mínima presión policial cambiaron de bando. Otros cedieron enseguida al chantaje. Tanto al positivo (solo dinero o también un buen puesto en el entramado franquista) como al negativo (amenazas contra sus familiares). Y luego están los que trabajaban para el servicio de información franquista desde la misma Guerra Civil. No se sabía quiénes eran pero existían.
Los que cedieron y cambiaron de bando fueron comunistas desmoralizados, los que cedieron enseguida al chantaje y los que trabajaban para los franquistas desde la misma Guerra Civil
Ante tal agujero en las filas del partido y con semejante traición, la organización fue prácticamente desintegrada. Solo resistieron grupos aislados con la moral muy baja cuyos líderes eran o veteranos muy quemados por lo vivido o jóvenes que no tenían mucha idea de por dónde les venían los golpes.
Era una batalla en la que no era posible la resistencia. Solo una dolorosa derrota que fue dejando unas migajas que ahora con paciencia y rigor ha reconstruido Fernando Hernández Sánchez. Con una referencia bibliográfica tan extensa como minuciosa y con un estilo que casi raya el thriller, el autor nos va contando con todo lujo de detalles cómo se fue forjando esa traición y cómo se fue socavando la moral comunista.
Un thriller real
Lo hizo a través de personajes que parecen sacados de una película y en el que uno destaca por encima del resto. Hablamos de Roberto Conesa, el policía que supervisaba los interrogatorios en la Puerta del Sol (la actual sede de la Comunidad de Madrid) y que fue tan brillante en lo suyo como ladino consiguiendo que el enemigo cambiase de bando y trabajase para él.
Roberto Conesa fue la figura principal que se apuntó el tanto de la traición de los comunistas
A través de fotos de los tránsfugas y dando datos certeros sobre los miembros más destacados que dieron matarile a sus propios compañeros, Falsos camaradas teje un relato apasionante y también muy turbio. Porque su autor ha removido un fango muy incómodo que llevaba décadas sedimentado en el fondo del río de nuestra historia.