Jean-Yves Jouannais
Traductor: José Ramón Monreal
Editorial: Acantilado
Año de publicación original: 2014
El crítico de arte Jean-Yves Jouannais lleva más de una década realizando una conferencia mensual llamada 'Enciclopedia de las guerras'. En ellas, en riguroso orden alfabético y en una eterna performance, va desarrollando términos que tienen que ver, de alguna manera, con la guerra. Desde abatir a zuavo.
'Las barreras de arena' trata de crear paralelismos entre las fortificaciones militares y los castillos que hacemos en la playa
Cada mes, aborda varios términos, lee lo que ha escrito, expone imágenes, muestra vídeos y después diserta, improvisa con mayor o menor acierto sobre cada una. Para ello, para prepararse, asegura leer todo lo que alguna vez se ha escrito sobre las guerras. Sobre todas las guerras. Desde La Iliada hasta el 6 de agosto de 1945 a las 8:15 de la mañana en Japón, cuando el Enola Gay soltó sobre Hiroshima la primera bomba atómica.
Todo ese conocimiento sobre las guerras le ha servido ahora a este inclasificable erudito e intelectual francés para abordar un ensayo igualmente inclasificable, Las barreras de arena. Un texto multiforma que trata de crear paralelismos entre las fortificaciones militares y los castillos que hacemos en la playa. O más aún, entre la guerra misma y nuestra lucha contra el océano.
La guerra de arena
Porque para Jean-Yves Jouannais construir castillos de arena es la guerra. Es librar una batalla destinada a la derrota. "Se juega para perder", le dice en el primer capítulo a su hija, en un diálogo que resume todo el libro. Por la mañana han levantado una fortificación de arena de considerable tamaño y por la noche, en la cama, comentan la esencia de ese juego.
Poniendo a nuestros hijos como excusa, nos entregamos al placer de la creación en una liturgia destructiva
Un castillo en la arena es una ofrenda al mar. Es proporcionarle algo que devorar, algo a lo que enfrentarse y con lo que demostrar su invencible fuerza. Y nos ofrecemos gustosos a esa batalla porque, como dice Jouannais, el guerrero "lo que busca en la guerra es la literatura a la que dará lugar". Así que, poniendo a nuestros hijos como excusa, nos entregamos al placer de la creación en una liturgia destructiva.
Porque los niños son excusas y el entretenimiento una máscara. Y debajo de toda esa banalidad forzada se esconde una necesidad última de luchar, de participar en una guerra que, para la mayoría de nosotros, con suerte, no habrá otra manera de experimentar.
Ensayo y libro de relatos
Salpicada de historias bélicas, escrito con una prosa preciosista y recargada, como si, henchido de su propio descubrimiento el autor se subiera a un púlpito y tratara de convencernos a todos de la belleza de sus ideas, Las barreras de arena avanza saltando en su forma.
Ahora es una reflexión pura y dura, limpia, por así decirlo; ahora es una escena del autor con sus hijos; ahora es el encuentro con un chamán en sueños que le introduce una visión; ahora una entrevista con un periodista malhumorado; ahora un breve relato protagonizado por el autor en sus días de veraneo en la playa...
En todos los capítulos se va colando la idea de que esas edificaciones volátiles representan el destino final del ser humano
Y en todos ellos se va colando la idea de que esas edificaciones volátiles representan el destino final del ser humano, un relato épico de cada uno de nosotros que tan pronto somos guerreros en combate como veteranos derrotados por el imparable devenir del tiempo.
Así, este libro que navega entre los relatos y el ensayo en un huidizo retrato formal, va también del texto epifánico que nos abre los ojos ante una realidad inesperada en la que no habíamos reparado, al disparate trasnochado de aquel perturbado que pretendiendo levantar una fortaleza imposible se le desmorona entre los dedos, arrasada por las olas.
Las barreras de arena resulta interesante por la fe que pone en su idea Jean-Yves Jouannais. El fervor belicista que demuestra en su defensa y las lúcidas reflexiones que aporta sobre el motivo último por el que jugamos en la arena, a la orilla del mar. Aunque quizás no sea seguro subirse a su castillo para defender, con sombrero de papel de periódico y espada de madera, una posición tan arriesgada como brillante.