Yoshiko Tazawa
Editorial: Ediciones Invisibles
Año de publicación original: 2024
Se puede trazar una línea que une Japón con Sevilla, Moguer y Fuente Vaqueros. Un disparo certero de ballesta que cruzó el aire azul y dejó huella en tres nombres clave de la poesía española del siglo XX: Juan Ramón Jiménez, Antonio Machadoy Federico García Lorca.
El haiku, el popular poema breve japonés que tantos admiradores genera en esta cultura globalizada del siglo XXI, se extendió hace muchos años por occidente, como una mancha de crudo en el océano. Encontrar sus restos, descubrir que obras están tocadas por él, no es tarea sencilla, pero se puede encontrar la trazabilidad.
Los haikus hablan de la naturaleza, con descripciones nostálgicas y sin artificios ni adjetivos
El primer vertido, o al menos, el más relevante, se produjo en las ciudades de París y Londres en los primeros años del siglo XX, finales del XIX. Allí, diferentes autores trajeron haikus populares japoneses traducidos y amplios ensayos sobre estas composiciones.
En ellos, además del carácter breve de la composición, toman mucha fuerza los temas de la naturaleza, las descripciones paisajísticas y nostálgicas y la ausencia absoluta de artificios y adjetivos. Detalles con los que se puede afinar la búsqueda de esa influencia.
Machado y Juan Ramón
Esas publicaciones, que recorrieron las revistas literarias francesas y británicas de la primera década del siglo, llegaron a manos de autores españoles, como Juan Ramón Jiménez, suscrito a ellas o al propio Machado, que visitó la capital gala en varias ocasiones.
El contacto y el conocimiento, por tanto, está asegurado. De su influencia en las obras que ambos publicaron más adelante, en cambio, no hay constancia escrita, ni en cartas ni en ensayos, pero ambos autores simplificaron sus versos, giraron su atención sobre la naturaleza y la elevaron con composiciones sencillas.
Junto al agua negra.
Olor de mar y jazmines.
Noche malagueña.
Estos versos de Machado recuerdan poderosamente a la estrofa nipona por excelencia. Y aunque no hay exactitud en las sílabas, el tema tratado, el efecto evocador de los versos y la sencillez muestran claramente que el poeta sevillano se vio afectado por esa marea del haiku.
Que Machado y Juan Ramón conocieron los haikus es seguro y su influencia, muy probable
A su vez, Juan Ramón Jiménez leyó con confirmado interés los haikus que revistas como Mercure, publicada en París, ofrecían a sus lectores. Y esas publicaciones coinciden en el tiempo con el giro del autor de Platero y yo a la poesía desnuda, como la denominaba él.
Una manera de escribir que tomaba cosas de la poesía francesa de principios de siglo, pero en la que se observan también las manchas que el haiku va dejando.
Al amanecer,
el mundo me besa
en tu boca mujer.
Un nuevo gusto por la composición breve, desprovista de artificios, limpia, profundamente lírica.
Lorca y Japón
Lorca, más joven que los otros dos, fue todavía más evidente. Dejó en varias cartas comentarios directos sobre los haikus que había llegado a leer en sus viajes fuera de España, e incluso escribió composiciones juguetonas que le enviaba a su madre al más puro estilo nipón, con referencias a uno de los símbolos más populares de la cultura japonesa, el cerezo en flor.
Sean para ti
mi corazón,
la luna sobre el agua
y el cerezo
en flor
Además, su amigo Miguel Pizarro fue profesor de literatura extranjera en la Universidad de Osaka durante más de diez años, desde donde enviaba diferentes composiciones del país a sus amigos, y regresó en varias ocasiones a Granada donde tuvo la posibilidad de conversar con el autor de Yerma sobre literatura japonesa, de la que era un gran conocedor.
Detective de la lírica
Yoshiko Tazawa, profesora de lengua española en Japón, experta en literatura inglesa y estudios hispánicos, ha analizado con pericia de investigadora y paciencia oriental los rastros que el haiku ha ido dejando por nuestra literatura.
Yoshiko Tazawa ha encontrado señales del haiku en un buen número de autores de nuestro país
Y aunque los tres nombres propios de Lorca, Machado y Juan Ramón vertebran el libro, ha encontrado señales en un buen número de autores de nuestro país. Desde Enrique Díez-Canedo a Emilio Prados.
Así, es maravilloso ver cómo la sombra del breve y sencillo poema se alarga y se esparce por nuestra literatura, dotando a la poesía de un carácter internacional, capaz de superar fronteras, que nos une en su diversidad y borra las diferencias culturales que nos separan.
Puede ser que, en ocasiones, las referencias y similitudes sean algo sombrías y se pierdan en los límites de innumerables influencias que pudieron afectar a la obra de estos autores. Pero sin embargo, la mayoría de las veces el texto de Tazawa resulta revelador, abriendo una línea de influencia desconocida entre Japón y nuestra poesía más internacional.