Natalia García Freire

Editorial: Páginas de Espuma

Año de publicación original: 2024

Natalia García Freire es una escritora rara. No lo digo por la obsesión que parece tener con los sobacos, los hombres bizcos, las mujeres desquiciadas o los cuerpos rotos. Es rara porque escribe historias raras en las que pasan cosas raras.

"A veces quiero meter la cabeza en una maceta y ver si me nace algo. No lo sé. Siento que tengo dentro de mi cuerpo otro cuerpo. Que se expande. Como si estuviera a punto de parirme a mí misma", dice uno de sus personajes. "Quería ser una urraca en el tendido eléctrico y sentir que me atravesaba suavecito el universo y brillaba con mi propia luz", leemos a otro. Cosas muy raras.

Cuentos extraordinarios

Pero es en esa mirada insólita de la autora ecuatoriana donde reside lo más fascinante de sus cuentos. Los once que componen La máquina de hacer pájaros son extraordinarios, en el sentido más amplio de la palabra, porque en estas páginas, que huelen a agrio, los elementos fantásticos se cuelan en la cotidianeidad de manera tan natural que, por momentos, lo raro deja de ser raro y las cosas simplemente son.

Es en la mirada insólita de la escritora donde reside lo más fascinante de sus cuentos

Es cierto que en ocasiones todo resulta confuso. Como en el primer cuento, Las Lumbres, un relato onírico y complejo en el que aparecen una escritora, una pavita de la muerte (sea lo que sea eso), un bosque, buitres, una novia, un suicida… Reconozco, parafraseando a otro personaje, que "no entendía ni pu ni pa, pero no podía parar" de leer. Creo que me gusta que me sacudan con las palabras. Yo también soy raro.

De hecho, es el cuento que más me recuerda a su anterior novela, la magnífica Trajiste contigo el viento (libro que presté y que, como todos los libros prestados, nunca volvió. No prestéis libros.). Todavía recuerdo el asombro (y el aturdimiento) que me produjo el terrorífico pueblo de Cocuán y la oscuridad de la que estaban hechos sus habitantes.

La máquina de hacer pesadillas

Salvada la descarga eléctrica con la que García Freire nos invita a entrar a su mundo, llegamos a una serie de relatos algo más tangibles. La mayoría son pesadillas que parecen no tener fin, a pesar de la brevedad de cada una de ellas (el libro completo tiene 107 páginas). La autora consigue transmitir una constante y extraña sensación de expansión, como si los textos no dejaran de agrandarse y de achicarse, de mutar. De respirar.

La locura y el delirio impregnan muchas escenas que por momentos parecen descartes turbios de 'Alicia en el país de las maravillas'

La locura y el delirio impregnan muchas escenas que por momentos parecen descartes turbios de Alicia en el país de las maravillas (gatos que hablan, hombres que rejuvenecen, mujeres en caída libre...), otras podrían haber sido dibujadas por Studio Ghibli: "Dejas la urraca muerta sobre los labios de Débora Dalia Débora y ella abre los ojos y empieza a comérsela. Primero las patas y luego las plumas traseras, lo último que queda fuera de su boca es el pico. Y al comerlo le desaparece. No al ave. Sino a Débora Dalia Débora. Queda la urraca suspendida en el aire y al instante vuela".

Las críticas literarias, las opiniones de la gente que sabe (no es ironía), tienden a centrarse en el estilo de los escritores y en el engranaje de los libros. Se fijan en los hilos invisibles que mueven las historias, como queriendo destapar los trucos de un mago. Yo, por suerte, no soy crítico literario y en este punto puedo plantearme preguntas tan sencillas como: ¿podemos hablar de lo divertida que es Natalia García Freire?

Lo divertida que es Natalia García Freire

En cada una de estas pesadillas encuentra el momento oportuno para lanzar un fogonazo de humor. "Aparte de que ha fallecido, este hombre está en perfectas condiciones físicas", escribe en Formas de reparar lo que no está roto, una ¿historia de amor? un poco inquietante, pero también un poco tierna y un poco divertida y un poco triste.

El cuento que es tremendamente divertido es el segundo, Hasta que desearas dejar tu corazón sin sangre. En él, un hombre deja a su mujer frente a la casa de la Ruthie, una psiquiatra (y ya de paso la abandona). Su problema, el de la mujer abandonada, es haberse enamorado del fantasma de un escritor muerto. Las conversaciones sobre la escritura, el amor o el cine francés ("es una vulgaridad ralentizada para que parezca fina") se funden con una sesión de espiritismo surrealista.

Si García Freire pretendía sonar cómica y sórdida, lo ha conseguido. Y si no, también

También hay un abuelo que se transforma en alien, un doctor idéntico al presentador de '¿Quién quiere ser millonario?'y una mujer viva que lleva veinticuatro horas muerta. Y muchos pájaros, claro, de todo tipo, por todas partes. Bellos y siniestros, como los cuentos de Natalia García Freire.

Si su objetivo era sonar cómica y sórdida, lo ha conseguido. Y si no, también. Definitivamente, es una escritora rara. Rara de extraordinaria.

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