Ana María Moix

Editorial: Bamba

Año de publicación original: 1970

El abuelo de Julita, Don Julio, llama a su nieta 'Julia'. Es la primera vez que alguien la nombra sin hacer uso del diminutivo. "Julia no es una niña, ¿entendido? Es una persona... digamos pequeña, eso es". Julita llama a su abuelo 'abuelo' y no Don Julio. Es la primera vez que alguien se dirige a él por el parentesco que les une. "¿Cómo queréis que nombre una nieta a su abuelo? Mi nieta no tiene miedo y llama a las cosas por su nombre".

Y en esta diatriba entre la niña que fue y la mujer que será habita Julia, la protagonista de la primera novela de Ana María Moix, publicada en 1970 y reeditada con motivo del décimo aniversario de su muerte.

Apegos feroces

Julita tiene dos hermanos –Rafael y Ernesto– y los tres viven en casa con Mamá, Papá y Aurelia –el ama de llaves–. Julita es pequeña, introvertida y le tiene miedo a la oscuridad. Pero sobre todo le tiene miedo a la muerte de Mamá.

"Mamá otorgaba su cariño a rachas. Desde siempre, Julia tuvo la sensación de que Mamá la quería a temporadas"

En esta novela, Moix aborda la complicada relación entre la protagonista y su madre, apuntalada por una fricción insalvable entre ambas: la de dos caracteres dispares abocados a mantener una relación familiar. Julita busca a su madre, ansía su amor, su protección, pero estos llegan en una frecuencia muy complicada de sintonizar. "Pocos años antes solo deseaba la presencia de Mamá, sentir que despertaba en ella el interés suficiente para no necesitar nada más (...) Mamá otorgaba su cariño a rachas. Desde siempre, Julia tuvo la sensación de que Mamá la quería a temporadas".

De una forma delicada e íntima, Ana María Moix relata cómo esta relación marcará de por vida la mirada que Julia se crea del mundo, de las relaciones y de cómo los miedos surgen en la mente de una niña cuando nadie acepta del todo como es.

Todo lo que no se ve

Se cuela en esta novela un contexto histórico que marcará las decisiones que se toman en casa de Julita. La escritora muestra a la perfección cómo lo que se espera de las familias y de cada uno de sus miembros viene marcado por el período en el que viven.

"Pensó que todos actuaban movidos por hilos misteriosos, y nunca se sentirá libre de ellos"

La imposibilidad del divorcio de sus padres, la religión como guía para decidir lo que es válido de lo que no, la eterna afrenta entre familias derivada de una guerra civil, la forma diferente de tratar a las mujeres respecto a los hombres... son temas que se cuelan en las páginas de Julia y que evidencian cómo subyace un imperativo a la hora de actuar y de ser que produce roces irreversibles entre los miembros que habitan una casa.

Los enfados, la rabia y la angustia que dominan en muchas situaciones a Julita son producto de un mundo de adultos imposible de entender para una niña. "Pensó que todos actuaban movidos por hilos misteriosos, y nunca se sentirá libre de ellos", concluye Ana María.

Memoria y realidad

La protagonista mantiene a lo largo de toda la novela una lucha interna por intentar comprender a la niña que fue, abandonar sus miedos y liberarse de las cadenas que la anclan a un pasado donde la soledad se colaba por cada recoveco.

Decir adiós a Julita y abrazar a Julia, la mujer adulta que tiene un mundo entero por descubrir

"Mil cosas habían quedado atrás, en el tiempo, y ella, Julia, habitaba allí, olvidada también, ahogándose, debatiéndose entre sombras en espera de que le abrieran el camino para poder alcanzar el momento real en donde otra Julia, mayor, desconocida, vivía", escribe Moix.

Dejar atrás el pasado para lanzarse a descubrir quién está por ser. Decir adiós a Julita y abrazar a Julia, la mujer adulta que tiene un mundo entero por descubrir.

Ana María Moix escribió está novela hace más de medio siglo y nos regaló unas páginas a las que acudir para sentirnos menos solas, para hacer más ligero ese periplo que supone abandonar las niñas que fuimos.