Mari Pau Domínguez

Editorial: La esfera de los libros

Año de publicación: 2024

La historia de la Fornarina se pierde en una época anterior a la popularización del cine en nuestro país. No se conserva ninguna imagen en movimiento de la artista, aunque su voz llegó a ser registrada en varias grabaciones entre 1907 y 1914.

Fue en Berlín, donde llegó a grabar algunos de sus éxitos como Clavelitos (no confundir con el Clavelitos de La Tuna) o El último cuplé, legándonos una referencia distorsionada por el tiempo y los medios de la época, antes dela invención de los micrófonos. Fue una voz que los críticos de la época alabaron por suplir su falta de técnica con una personalidad arrolladora.

Mari Pau Domínguez trae una historia que sigue sorprendiendo más de cien años después de la muerte de la Fornarina

Mari Pau Domínguez se abre camino entre esas mismas brumas para traer una historia que sigue sorprendiendo más de cien años después de su muerte, con la misma fuerza con la que irrumpió en el mundo del cuplé, intentando mostrar todas las caras de una artista que cautivó a políticos, escritores, periodistas e incluso reyes con su presencia sobre el escenario.

Del Manzanares al Sena

Su carrera fue breve. En quince años pasó de ser una lavandera anónima que hacía las veces de prostituta en los soportales de la Plaza Mayor de Madrid, a una artista internacional. Desde sus comienzos como vedette, se convirtió en una sensación, aprendiéndose los papeles de memoria sin saber leer ni escribir. Saltó a la fama por protagonizar 'desnudos' impostados en los salones de la capital.

Mari Pau Domínguez recupera la memoria de la cantante a través de una biografía novelada. Una historia que ella califica "de amor", y que une a la figura del periodista, autor y promotor, José Juan Cadenas. El azar también quiso que la escritora se encontrase con la cantante mientras investigaba sobre Cadenas, dedicándole ahora el tiempo y espacio suficiente para emprender esta biografía novelada.

En quince años pasó de ser una lavandera anónima a una artista internacional

Pero no es el único personaje real que aparece en esta novela: entre sus admiradores se contaban columnistas que escribían extensas cartas de amor en prensa bajo pseudónimos. Políticos como Alejandro Lerroux, Ramiro de Maeztu, o el mismísimo rey Alfonso XIII eran admiradores declarados de la cupletista. Aunque quien habría de cambiar su carrera fue el mencionado José Juan Cadenas, con quien compartió toda una vida hasta su temprana muerte y que centra el relato de Domínguez.

Una reconstrucción novelada, anclada en la historia, fundamental para entender una época de revulsión en el papel de la mujer en el arte y la vida en general. Consuelo aprendió a leer y escribir, llegando incluso a participar en clases nocturnas en las primeras escuelas para mujeres que se abrieron en el barrio de Cuatro Caminos. Los años la convertirían en toda una intelectual. Para muestra, un botón. En la Nochevieja de 1907, aquella lavandera fue compañera de mesa de Marcel Proust y Paul Valéry, convertida ya en artista de éxito.

Otra España

Es inevitable no vislumbrar otra España, tan distinta a la que acontecería en los años siguientes a la Guerra Civil, la misma que no vería Consuelo. Mari Pau Domínguez se empapa de una ambientación rica, plagada de recortes de prensa y críticas, muchas de ellas recuperadas desde el archivo del ABC, para quien colabora la escritora.

La autora se empapa de una ambientación rica, plagada de recortes de prensa y críticas

De lo único que adolece La magia de la libélula es de su propia forma. La novela histórica no puede evitar vestirse con los mismo trajes que elegiría su autor. Consuelo se convierte en una víctima de su propia vida, que recuerda desde su prólogo a Cadenas, lamentándose por no haber podido pasar con él sus últimos días. Por momentos sentimos que estamos ante una versión demasiado romantizada, desprovista de las lecturas que la modernidad ha arrojado sobre estas artistas, muchas de las cuales optaron por representarse y llevar sus propias carreras.

Sus vidas, construidas en parte a golpe de letra impresa por otros hombres, son difíciles de entrever más allá de la condescendencia que Domínguez trata de evitar constantemente, dotando a su Fornarina de una inteligencia que muchas veces choca con una humildad e inocencia repetida en las crónicas. Y que más allá de estas apreciaciones, es imposible disociar de la alargada sombra de Cadenas, omnipresente en este libro.

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