Javier Guillén

Editorial: Altamarea

Año de publicación original: 2024

"Bueno... Mucho que decir y poco que contar...", dijo el peculiar entrenador Arsenio Iglesias al comenzar la rueda de prensa de aquel 14 de mayo de 1994. Acababa de concluir un partido histórico en Riazor. Un Deportivo de la Coruña-Valencia que terminó con un triste empate a cero. Quizás el empate a cero más triste de la historia.

Unos minutos antes, medio mundo aguantaba el aliento con los ojos clavados en la portería en la que atacaba el Deportivo. Un penalti señalado por López Nieto, a punto de cumplirse el tiempo reglamentario, daba la oportunidad al equipo coruñés de ganar el partido. Y con él, de hacerse por primera vez en más de 80 años de historia con el título de liga. Toda una hazaña que el mundo quería contemplar.

Aquel error desde los once metros rubricaba la página final de una historia única, perfecta en su estructura y en su forma

Aunque en el partido no habían merecido ganar, ese penalti venía a hacer justicia para casi todo el mundo del fútbol. Aquel modesto equipo había plantado cara al todopoderoso Barcelona de Johann Cruyff, el llamado 'Dream Team' de Romario, Koeman, Laudrup, Stoichkov y Guardiola. Había liderado la liga durante más de 20 jornadas seguidas, había aguantado una presión mediática a la que no estaban acostumbrados y merecía levantar un título por el que nadie hubiera apostado al principio de la temporada.

Pero ese penalti se falló. Y al perderse la gloria nació el mito, el relato. Aquel error desde los once metros rubricaba la página final de una historia única, perfecta en su estructura y en su forma. Ideal en cuanto a personajes y a tonos. Y esa historia había que contarla. Y ahí es donde entra la figura de Javier Guillén.

La construcción del SuperDepor

Este periodista coruñés tenía tan solo siete años cuando el serbio Miroslav Djukic, un tipo de lo más fiable en un campo de fútbol, atenazado por la presión, tiraba flojo y sin colocación el penalti más importante de la historia del Deportivo de la Coruña. Un lanzamiento errado que se convirtió en asesino múltiple de la ilusión colectiva de una pequeña ciudad en la costa de Galicia.

Porque hasta ese momento todo había sido un cuento de hadas. Un cuento que comenzaba varios años antes, con la llegada de un presidente atípico al frente del club coruñés. Augusto César Lendoiro se marcó un plan a largo plazo al llegar a la presidencia, con el Deportivo en Segunda División. En tres años ascender, en otros tres llegar a Europa y en tres más, conseguir títulos.

Al frente de este equipo tan internacional estaba el entrenador más gallego de la historia: Arsenio Iglesias

Se rodeó de directivos de clubs locales que habían demostrado con resultados su buen trabajo y, cuando los resultados empezaron a acompañar, consiguió financiación como para afrontar fichajes. Y ahí demostró ser un negociador implacable. Llegó a viajar a Brasil para traerse a Bebeto, una gran estrella que empezaba a despuntar. Y a pesar de que otros clubes europeos de más renombre se quisieron interponer, él llegó a decir que no se iría del país si no era con el delantero.

Así confeccionó una plantilla equilibrada, llena de trabajadores (López Rekarte, Voro), profesionales contrastados (Donato, Claudio), perlas de la cantera como Fran, jugadores incomprendidos que llegaban gratis y dispuestos a reivindicarse (Nando, Liaño) y un par de estrellas brasileñas: el nombrado Bebeto y un centrocampista de otra galaxia: Mauro Silva.

Al frente de este equipo tan internacional estaba el entrenador más gallego de la historia: Arsenio Iglesias. Un tipo humilde y pragmático, que desconfiaba de todo y de todos, que huía de fiestas y de enfrentamientos y que trataba a los jugadores como un padre, con sus normas y sus manías, algunas tremendamente divertidas. No se pierdan el capítulo que le dedica Guillén.

La voz de los protagonistas

Todos ellos forman parte activa de este Mucho que contar y poco que decir. Javier Guillén ha hablado con todos ellos (o con casi todos) pero no se ha quedado ahí. Cuarenta y nueve futbolistas en total, incluidos jugadores del Valencia y del Barcelona, noventa y un periodistas, cuarenta y un aficionados, diecisiete fotógrafos, catorce políticos, siete directivos, cinco árbitros, cuatro entrenadores y camareros, empleados y un sinfín de personas entrevistadas terminan de cerrar un mosaico increíble.

Ellos cuentan de primera mano cómo creció el equipo, cómo llegaron a Europa y cómo se hicieron con el liderato en la Liga y lo mantuvieron durante meses. Y gracias a esta pluralidad de voces, el libro es un retrato fidedigno de un momento concreto y de una ciudad volcada con su equipo de fútbol. Así, el relato va creciendo en tensión, a medida que avanza la fatídica temporada 93/94, hasta que llega el mes de mayo.

Javier Guillén acompaña alguno de los capítulos con códigos QR que llevan a las entrevistas con los protagonistas

Los protagonistas de la historia cuentan sus impresiones, sus sensaciones, la presión que se iba acumulando sobre sus hombros y como lidiaban con ella. Hasta que llega aquel partido inolvidable y aquel pitido señalando la pena máxima. Un cénit resuelto con maestría por Javier Guillén, que, gracias a las casi trescientas realizadas, no deja una arista sin tocar.

Desde los que escurrieron el bulto a la hora de afrontar la responsabilidad de lanzar el penalti, hasta las excesivas celebraciones de los jugadores del Valencia al detenerlo, que dejaban entrever las famosas y jugosas primas que se rumoreaba que el Barcelona había pagado a los jugadores del Valencia y que todavía hoy, 31 años después, algunos se empeñan en no reconocer. A pesar de que otros, como Pedja Mijatovic, hablen del buen verano que se pegaron aquel año gracias a ellas.

Además, Javier Guillén acompaña alguno de los capítulos con códigos QR que llevan a vídeos en los que se pueden ver parte de esas entrevistas, para escuchar de primera mano las voces y ver las caras (envejecidas) de quienes llevaron tanta alegría a la ciudad de A Coruña.

Un libro muy bien escrito

Mucho que contar y poco que decires un tesoro para los amantes de las buenas historias del mundo del deporte, para los que disfrutamos mucho con el fútbol de los 90 y para los que vivieron aquellos años locos, en los que personajes como Jesús Gil, Manuel Ruiz de Lopera o Ramón Mendoza, aportaban una salsa que a día de hoy se digiere regular.

El dolor por la derrota no desapareció ni siquiera seis años después, cuando el SuperDepor conquistó por fin el título de liga

Porque era otra sociedad y era otro fútbol. Más sincero, menos para la galería, con más normas no escritas y menos revisiones digitales, con más seres humanos y menos leyendas. Y eso está muy bien reflejado en este libro, que se devora, que se lee a dentelladas y se disfruta a veces con una sonrisa, a veces con los pelos de punta y otras con una lágrima asomando al exterior.

Y eso es mérito de Javier Guillén, que ha sabido contar la historia. Hacerla amena, salpicar las declaraciones de los entrevistados en su justa medida, darles equilibrio, mostrar todas las caras y descubrirnos los detalles de un momento irrepetible, de un drama que asoló una ciudad y se quedó pegado a su esencia. Y cuyo dolor no desapareció ni siquiera seis años después, cuando el SuperDepor conquistó por fin el título de liga.

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