Matthew Honglotz-Hetling
Traductor: Carolina Santano Fernández
Editorial: Capitán Swing
Año de publicación original: 2021
Allá por el año 2012, un periodista estadounidense, Matthew Honglotz-Hetling, fue a investigar un hecho insólito en la localidad de Grafton, en el estado de New Hamphsire: el primer ataque documentado en la zona de un oso negro a un humano. Aunque de apariencia agresiva, aquellos osos suelen ser bastante tranquilos con las personas.
Aquella ciudad, de apenas mil trescientos habitantes, había sido noticia años atrás por otro hecho, haberse convertido en la primera ciudad en la que se llevó a cabo el Proyecto Free Town, una utopía anarcocapitalista.
Ambos sucesos aparentemente no relacionados –el ataque de oso y el triunfo de los libertarios– resultaron ser uno la consecuencia del otro. Un libertario se encuentra con un oso, publicado por Capitán Swing en España, es el resultado de aquella investigación.
Un oso se ha comido a mi gato
En su investigación sobre el terreno, el periodista habló con varios de los vecinos de Grafton asustados por las recientes incursiones de osos en la zona. Una de las primeras historias que se recoge en el libro es la de Jessica Soule, una mujer que vio cómo una osa y sus crías se merendaron a tres de sus gatos domésticos.
Eligieron esta pequeña ciudad porque tenía los suficientes servicios y los suficientes pocos habitantes para crear su utopía
Como se cuenta en Un libertario se encuentra con un oso, el problema es que la osa le "reveló" al resto de la comunidad úrsida el manjar que acababa de llevarse a la boca, y al poco tiempo los gatos de los vecinos de Jessica corrieron la misma suerte.
Pero, Ahoraqueleo.com, ¿esto que tiene que ver con los libertarios? Pues todo. Resulta que en 2005 un grupo de libertarios, anarcocapistalistas, consiguió hacerse con el control de Grafton y poner en marcha el primer Proyecto Free Town de Estados Unidos. Según cuentan, eligieron esta pequeña ciudad porque tenía los suficientes servicios y los suficientes pocos habitantes para crear su utopía. Si conseguían convencer a un puñado de personas de que se mudaran y votaran aquí, ganarían las elecciones. Así fue.
Y llegaron los osos
Hasta este punto de New Hampshire, donde el porcentaje de población negra es de 0 (y como aprendimos en Los Simpson, cero es un porcentaje) llegaron alrededor de doscientos hombres, todos blancos, huyendo de los impuestos. Redujeron el presupuesto municipal, ya de por sí bastante pírrico, y con ello llegaron los recortes, tanto de servicios, que tampoco eran para tirar cohetes, como de restricciones.
Una de las más llamativas, aparentemente inocuas y que, sin embargo, es fundamental en el devenir de nuestra historia, es la que tiene que ver con los cubos de basura especiales antiosos. Como su nombre indica, estos cubos especiales impiden que los osos puedan pescar comida en ellos.
Como habían eliminado el servicio de recogida de basuras esta se acumulaba, lo que supuso un buffet libre para los osos
A los nuevos vecinos no se les pudo obligar a comprarlos, así que depositaban sus desperdicios como les venía en gana. Y nadie los recogía. Atraídos por su olor, los osos de los bosques que rodean Grafton acudieron poco a poco, también a las casas, por lo que más de un susto se llevaron al encontrarse un bicho de doscientos kilos en su cocina.
Como habían eliminado el servicio de recogida de basuras, esta se acumulaba a palas en las parcelas, lo que supuso un buffet libre para los animales. Y como las leyes de caza tampoco iban con ellos, la cosa se fue de madre.
Un zarpazo de realidad
Con los osos como leiv motiv (cada capítulo de libro comienza con una cita sobre los osos de un autor conocido), Honglotz-Hetling va analizando la historia reciente de Grafton y la relación de sus habitantes con estos animales para contextualizar cómo llegó hasta allí. Según su investigación, entre los años 1935 y 2002 el pueblo perdió el 92% de las tierras de labranza.
Si hasta los años 30 el ser humano se afanó en ganarle terreno a la naturaleza para explotarla con cultivos, cuando "el motor capitalista se ralentizó", dice el periodista, los cultivos se abandonaron y fueron tomados por los osos como fueron tomadas las carreteras por zarzas a medida que el sueño capitalista avanzaba y los impuestos se reducían.
Una sociedad funciona si todos ponen de su parte, pero no fue el caso: con la libertad por bandera el egoísmo fue la norma
La comunidad libertaria creía en Grafton y en 2005 pudo poner en marcha su utopía. Lo que ocurrió a partir de entonces es algo con lo que no contaban sus promotores. Las carreteras se fueron deteriorando y no se arreglaban porque no había dinero para ello. La misma fortuna corrió el alumbrado público. Como dice Matthew Honglotz-Hetling en alguna entrevista, una sociedad funciona si todos ponen de su parte, pero este no fue el caso. Con la libertad total como bandera, el egoísmo fue la norma.
Con el tiempo aumentaron los problemas, un 12% de los delitos violentos, los delitos sexuales y se produjeron los primeros asesinatos que se recuerdan allí. Tampoco se redujo el presupuesto municipal. Con la intención de crear jurisprudencia, los recién llegados frieron a denuncias al consistorio para limitar hasta el extremo su poder sobre la población, lo que se tradujo en un aumento del gasto en litigios.
Poco a poco, la pacífica vida de esta ciudad se fue tornando en algo más salvaje y poco apetecible y los recién llegados fueron marchándose por donde habían venido, por el mismo lugar por el que se fue el sueño libertario, que en 2016 dio por concluida la aventura. Y todo por ahorrarse, cuentan las crónicas de lugar, una media de unos 70 céntimos por vecino con respecto a otras localidades cercanas.
Un periodista de Pulitzer
Pues todo esto y bastante, bastante más, es lo que cuenta en Un libertario se encuentra con un oso, un entretenidísimo reportaje en profundidad de cuatrocientas páginas que sirve para entender mucho mejor al país que ha llevado a dos tipos como Donald Trump e Elon Musk a La Casa Blanca, porque si de algo estamos seguros es de que nada de esto son hechos aislados.
Quien lo escribe, además, tiene un amplio currículum periodístico en el campo del periodismo local que explica lo global. Matthew Honglotz-Hetling es reportero de un diario del estado de New Hampshire que ha recibido por su trabajo varios premios de entidades como la Asociación de Periódicos y Prensa de Nueva Inglaterra y otro de la Universidad de Long Island por el que también fue finalista en 2012 al premio Pulitzer.
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