Juan Castro Sánchez
Editorial: Ediciones en el mar
Fecha de publicación original: 2025
Uno acaba Belén con la sensación de estar ante algo grande y con una pregunta (y algo de envidia sana): ¿quién es Juan Castro Sánchez y por qué tiene tanto talento?
Su primera novela apenas llega a las 80 páginas. Suficientes para hacerme sentir como un conejillo frente a los faros de un coche, deslumbrado por una especie de experimento narrativo, unas veces crudo, otras divertidísimo y siempre sorprendente. Un experimento perfecto.
'Belén', de apenas 80 páginas, es un experimento narrativo surrealista, crudo, divertido y sorprendente
Juan Castro Sánchez escribe con la libertad de quien cree que nunca va a leerle nadie. De hecho, salvo un milagro, el libro está destinado a caer en el olvido: la diminuta editorial que lo publica, Ediciones en el mar, cuenta con escasa presencia en librerías y difícilmente va a captar la atención de la prensa; y el autor, un completo desconocido, demasiado tiene con conseguir vendérselo a sus amigos y familiares y a algún despistado como yo.
Pero si hay una novela capaz de obrar milagros, esa es Belén.
Los Franco, esa familia republicana
La historia trascurre en un pueblo llamado San Juan (aunque es el pueblo el que transcurre a través de sus habitantes). El mágico San Juan, el pueblo del sur más al sur que existe. Un pueblo en el que las ovejas hablan, las estatuas cobran vida y sus gentes caminan entre aves muertas que llueven y se amontonan desde que San Juan es San Juan. Un pueblo gobernado en algún momento por Francisco Franco (el malo no, otro), un hombre republicano hasta la médula que supo lidiar con la maldición de su apellido antes de volverse loco.
Es otro Franco, Salvador (nada es casualidad), conocido como el tonto del pueblo (insisto: nada es casualidad), el que cambiará sin quererlo el devenir de San Juan. En el momento exacto de su nacimiento, los pájaros muertos echan a volar milagrosamente. El fenómeno atrae a peregrinos de todo el mundo, atravesados por una "extraña fiebre religiosa", que acaban convirtiendo el pueblo en un santuario.
El estilo del autor bebe de Irene Sola y recuerda en ocasiones a David Uclés y su Península de las casas vacías
Alrededor de esta premisa, capaz de ofender al mismo tiempo a la Fundación Francisco Franco y a Abogados Cristianos, se levantan una serie de personajes excéntricos cuyas historias –una por capítulo– funcionan también como relatos independientes. El autor se sirve de un estilo afiladísimo y atento al detalle que bebe claramente de Irene Solà y que recuerda en ocasiones a David Uclés y su Península de las casas vacías. Un estilo que va moldeando según las necesidades de la historia.
Así suena, por ejemplo, el Juan Castro Sánchez más crudo: "Se iba de casa cada mañana a las cinco y volvía a las mil quinientas lleno de mierda. Dejaba el olor a muerto dentro de las tuberías y pegado en las cortinas". Y así el más sensible y poético: "Cuando se callaron las bombas, mi amor había muerto de hambre. Duró tanto la guerra que la tierra se tragó su cuerpo. No sé si esta carta se la escribo a la montaña que veo en mi ventana o a la mujer que murió en ella, que hace tiempo que empezaron a ser una misma cosa".
Fanatismo religioso y cultura pop
Pero en estas páginas increíbles también caben presentadores con bigote (tiene que ser Juan y Medio, estoy seguro), Belén Esteban o La Sirenita (esto sí está claro), referencias pop que se funden con reflexiones sobre el fanatismo religioso, el arraigo o el maltrato animal.
La parte más pop dice mucho de su autor. Leo que nació en el año 2000. Pertenece a esa generación que no tiene tiempo que perder. Que consume de manera compulsiva. Que necesita de impactos constantes para mantener la atención más de ochos segundos. Y hay algo de eso en Belén.
Cada frase de cada párrafo de cada capítulo es una bomba de ingenio. Es imposible despegar la mirada
Cada frase de cada párrafo de cada capítulo es una bomba de ingenio. Es imposible despegar la mirada. Si fueran vídeos de TikTok, serían todos virales. Y la frase que no explota, resulta ser un cebo que crea la necesidad de devorar con ansia el libro. Y cuando acabas, solo queda una opción: releerlo.
Escribo estas últimas líneas después de leer la novela por segunda vez. De repente es otra. Es más oscura de lo que pensaba, pero igual de sorprendente y entretenida. Las 80 páginas son también todas las que no están escritas y seamos capaces de descifrar. Las referencias no dejan de brotar. Soy incapaz de localizarlas todas, aunque siento que están ahí, bajo alguna de las mil capas de Belén.
Y entonces, la misma pregunta (y otro poco de envidia sana): ¿quién es Juan Castro Sánchez y por qué tiene tanto talento?
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