H. P. Lovecraft

Ilustraciones: Tomás Hijo

Traducción: Daniel Casado Rodríguez

Año de publicación original: 1936

En las oscuras y retorcidas calles de Providence, Rhode Island, un escritor de poco renombre publicó a principios del siglo XX un relato que cambiaría para siempre la forma en que entendemos el terror cósmico. Ese escritor fue H.P. Lovecraft, y ese relato es El morador de las tinieblas. Ahora, en 2024, la editorial Minotauro nos regala una nueva edición ilustrada por Tomás Hijo, un ilustrador reconocido y un gran admirador de la obra de Lovecraft.

Cada página es como una sombra que te envuelve, una tormenta visual que te atrapa y no te deja ir

Hijo ya ha trabajado ilustrando obras de gigantes como Tolkien y ha colaborado con Guillermo del Toro y la compañía de Jim Henson, llevando su magia visual a mundos fantásticos y oscuros. En la edición que nos ocupa, la atmósfera enrarecida y envolvente de la obra de Lovecraft se eleva, casi se materializa, con cada trazo de Hijo, como si la oscuridad fuera tangible, algo que puedes ver, sentir y casi oler.

Horror cósmico

Si algo tiene este libro es que desdibuja las fronteras entre lo visual y lo narrativo. La historia de El morador de las tinieblas sigue a Robert Blake, quien se siente atraído por una iglesia abandonada en Federal Hill, un lugar oscuro y solitario que no es solo un espacio físico, sino una puerta al terror cósmico.

Es el relato perfecto para sumergirse en el universo de Lovecraft, donde lo macabro y lo incontrolable acechan en cada rincón. Blake se verá arrastrado, poco a poco, hacia un culto y una entidad que parecen desafiar toda lógica humana. Este descenso a lo prohibido y lo incomprensible tiene, como en muchas obras de Lovecraft, un tono inquietante de locura y desesperación. Y es aquí donde las ilustraciones de Tomás Hijo entran en acción.

Arte que intensifica el miedo

Cada página es como una sombra que te envuelve, una tormenta visual que te atrapa y no te deja ir. Las figuras grotescas, las escenas sombrías, parecen cobrar vida. Las ilustraciones no solo acompañan la historia; la amplifican, la convierten en una experiencia sensorial que va más allá de la lectura.

Las sombras en sus trazos se mueven como si tuvieran voluntad propia. Hay una inquietante belleza en los detalles, una sensación de que cada monstruo, cada figura espectral, está esperando el momento exacto para saltar de la página. Si Lovecraft te lleva hacia la locura con su prosa, Hijo lo hace con la intensidad visual de sus ilustraciones, creando una atmósfera tan densa y palpable que el lector no puede dejar de mirar, incluso cuando el miedo comienza a instalarse.

Las ilustraciones de Tomás Hijo no solo acompañan la historia; la amplifican, la convierten en una experiencia sensorial

En este libro, el arte no es solo decorativo, sino una extensión esencial de la narrativa. La combinación de las palabras de Lovecraft y las imágenes de Hijo ofrece una forma completamente nueva de experimentar el terror.

El texto de Lovecraft, por supuesto, mantiene todo lo que uno espera de él: minucioso, inquietante, siempre rozando el borde de la locura. Las historias de Lovecraft, como El morador de las tinieblas, han sido una fuente de fascinación para los lectores desde que se publicaron a principios del siglo XX. Su fusión de horror gótico y fantasía cósmica, así como sus Mitos de Cthulhu, han influido a generaciones de escritores, desde Stephen King hasta Neil Gaiman.

La capacidad de Lovecraft para transmitir la insignificancia humana frente al universo y las fuerzas cósmicas que lo gobiernan se refleja aquí en cada página. Es una lección sobre lo desconocido, un recordatorio de que las criaturas y las entidades más allá de nuestra comprensión están a la vuelta de la esquina, acechando en las sombras.

A través de los ojos de Hijo

Lo fascinante de esta nueva edición es que las ilustraciones de Tomás Hijo no solo complementan, sino que expanden lo que Lovecraft había dejado entre líneas. Los horrores que acechan la iglesia abandonada, las entidades que Blake enfrenta, son presentadas con tal intensidad visual que uno casi puede sentir el frío de los pasillos oscuros y el susurro del culto en la distancia. Tomás Hijo da forma a las ideas de Lovecraft con tal destreza que lo imposible se convierte en algo tangible, un monstruo que uno puede casi tocar, oler, percibir.

El mal no es una presencia lejana; es algo incrustado en lo cotidiano, algo que acecha en las sombras, esperando

¿Es esta obra una declaración sobre lo inexplicable, un reflejo de nuestras obsesiones y deseos más oscuros? Sin duda. Como en muchas de las obras de Lovecraft, lo que realmente da miedo no es solo lo que se ve, sino lo que no podemos comprender. Aquí, el mal no es una presencia lejana; es algo incrustado en lo cotidiano, algo que acecha en las sombras, esperando. El culto al que Blake se enfrenta refleja tanto la decadencia moral como la inquietante presencia de lo inexplicable.

Al final, esta obra se convierte en un festín para los amantes del terror clásico, pero también para aquellos que buscan algo más allá de la simple historia de miedo. En El morador de las tinieblas, las ilustraciones de Tomás Hijo no solo aportan belleza, sino que transforman el texto de Lovecraft en una experiencia sensorial completa. Cada página está impregnada de una atmósfera tan palpable que, con el paso de las páginas, te das cuenta de que ya no puedes escapar.

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