A. C. H. Smith

Traducción: Noemí Risco Mateo

Editorial: Nocturna Ediciones

Año de publicación original: 2010

Nacida al calor de La historia interminable, lo tenía todo para convertirse en la película del momento y, sin embargo, Dentro del laberintofracasó estrepitosamente. Ni el sello de un auténtico mago del cine como Jim Henson despertó el interés del público en una época en la que eran habituales las películas de fantasía, cuya marca de la casa fue dirigirse a un público juvenil mirándole a los ojos y no por encima del hombro.

Lo tenía todo para convertirse en la peli del momento pero fracasó estrepitosamente

Quizá fueran los adultos quienes percibieron la película demasiado oscura y no llevaron al cine a unos jóvenes que, al crecer, hicieron mucho más que reconocerle el éxito que no tuvo en su momento: la convirtieron en una película de culto, y ese sello no hay campaña de marketing que pueda pagarlo.

Lo que muchos no sabrán es que a la vez que Jim Henson, su compañero Dennis Lee (trabajaron juntos en muchos proyectos) y Terry Jones (el de los Monty Python) desarrollaban el guion, a un escritor británico le encargaron su novelización. El resultado es una novela corta, correcta, que gustará más como objeto de coleccionismo a quienes tengan la película guardada en un lugar de su corazón que a nuevos lectores vírgenes.

Todas somos Sarah

Recuerdo haber visto Dentro del laberinto con mi hermana siendo niños. Siendo ella unos años mayor que yo, seguramente fuera suya la idea de verla y a mí, como hermano menor, me tocó dejarme llevar. Aquella película formó parte de nuestro imaginario particular y recurríamos a ella de vez en cuando.

Recuerdo incluso que alguna vez jugamos a ser los personajes subidos a los mismos sillones de casa que nos vieron ser Goonies, E.T. y vaya usted a saber cuántas cosas de la época más. Tan convencido estaba de que era nuestra película que reconozco cierto pellizco en el estómago el día que descubrí en mi entorno que, si bien no era tan popular como otras, sí había más gente que también la sentía suya. Y aunque ya con más años supe que era uno de esos clásicos que todo el mundo adora, sigo pensando que mi hermana y yo fuimos sus mejores fans.

Lo que condenó la película al fracaso en su momento fue su oscuridad

Si la película acabó ocupando el lugar que se merecía fue gracias a lo que la condenó en su momento al fracaso: su oscuridad. Cuando el cine infantil y juvenil era color y alegría, Dentro del laberintose atrevió a dar miedo. Algo muy parecido a lo que le ocurrió a Disney con su Tarón y el caldero mágico, una joya estrenada en 1985, un año antes que la película de David Bowie, y que sin duda es de lo mejor que hizo la compañía en los ochenta.

Ninguna de estas dos igualó (ni se aproximó, vaya) el éxito de La historia interminable, la adaptación cinematográfica de Wolfgang Petersen estrenada en 1984 de la novela que Michael Ende había publicado solo cinco años atrás.

Y es curioso porque vistas hoy, las aventuras de Bastián en el reino de la Emperatriz Infantil son las que peor han envejecido de todas estas que estamos hablando. Si estás leyendo esto con gesto de desaprobación no te recomiendo que la vuelvas a ver, prefiero que te quedes con tu precioso recuerdo infantil.

Un dios llamado Jim Henson

La historia del cine ha reconocido a muchos genios que lo han hecho grande. Fellini, Varda, Kurosawa, Ford, Kubrick y nuestro Buñuel seguramente aparezcan en cualquier catálogo de "los mejores del cine". A mí, personalmente, hay dos que siempre me suelen faltar y son Walt Disney y Jim Henson. Ambos infravalorados porque su trabajo haya sido enfocado al público infantil. Del primero no voy a soltar una chapa ahora, del segundo, lo haré breve.

Jim Henson sabía que los niños eran capaces de entender todo si se les explicaban las cosas como es debido

Antes de llegar a entender la grandeza del periodista Marcelo paseándose por la Roma de La dolce vita, uno tuvo que conocer a la rana Gustavo; antes de conocer a los drugos, visitó Barrio Sésamo y Fraggle Rock. Jim Henson sabía que los niños eran capaces de entender todo si se les explicaban las cosas como es debido. En sus historias hay momentos dolorosos, pero siempre prevalece el corazón, eso que nos hace humanos. Porque Jim Henson y Disney nos enseñaron a andar para que pudiéramos correr. Y eso se merece el mayor de los reconocimientos.

Más allá de las aventuras de sus criaturas más famosas, Los muppets (en España Los teleñecos), Henson probó suerte con otro tipo de historias. Primero Cristal Oscuro en 1982, que sí tuvo bastante éxito si lo comparamos con el coste de producción, un derroche de ingenio que, en estos tiempos de CGI, conviene recuperar de vez en cuando para deleitarnos con lo que este hombre era capaz de hacer a mano.

La novela

Sabiendo que tenían entre manos una buena historia, le encargaron a A. C. H. Smith que novelara el guion de Dentro del laberinto. Él ya había escrito el libro de Cristal Oscuro y era un reconocido dramaturgo y novelista británico. Admitámoslo, esta novela no llega a la altura, como novela, que alcanza la película en su campo.

Es correcta, es mona, entretiene y ya. Se lee con cierta nostalgia si has visto la película, pero no tiene pinta de que a nadie ajeno al fenómeno del filme protagonizado por Jennifer Connelly le vaya a llamar la atención.

Se queda, por tanto, como una especie de rareza de coleccionista, café para muy cafeteros, más para engordar nuestras librerías que por interés literario.