Xita Rubert

Editorial: Anagrama

Año de publicación original: 2024

Al desierto de 2022 en el Premio Herralde de Novela le siguió otro en 2023. Un desierto de desesperanza generacional y potentes mensajes que se lanzaban hacia el futuro en las historias que componían el magnífico El desierto blanco de Luis López Carrasco. El presente año arroja dos novelas como vencedoras, Clara y confusa de Cynthia Rimsky y otra de Xita Rubert, Los hechos de Key Biscayne.

Si Carrasco, director documental y autor de El año del descubrimiento, hacia acopio del pasado para entender mejor el presente, Rubert camina sobre una memoria plagada de trampas para empezar a comprender su pasado. El resultado es una novela difícilmente clasificable. A medio camino entre lo autobiográfico y la novela policiaca, es un derroche de personalidad y estilo a la hora de escribir sobre lo que, paradójicamente, nunca es sencillo poner en palabras.

Caimanes y divorcios

Key Biscayne es un cayo, una breve isla de arena unida la ciudad de Miami por una calzada que surca las aguas. Descubierta por Ponce de León en el siglo XVI, en la actualidad sirve de refugio de millonarios, artistas y empresarios que buscan comunidades construidas con la segregación consciente y cuidadosa del dinero.

Hasta allí se desplaza su protagonista, una niña (a la que queda muy poco para dejar de serlo) y su hermano que son trasladados sin consentimiento por su padre, un profesor de filosofía en Princeton inmerso en una huida (o búsqueda ya que nunca queda claro). Estamos ante una familia monoparental, atípica y disfuncional, fruto de un divorcio poco amistoso.

Es una novela difícilmente clasificable. A medio camino entre lo autobiográfico y la novela policiaca

Durante el tiempo que todos pasan en el cayo Vizcaíno conocerán la vida autóctona de su instituto en operaciones estéticas, lujosas marcas y un deseo de ser mucho más mayor de lo que la vida de instituto le puede brindar a un grupo de adolescentes.

En ese marco extraño, su padre desentona entre cónsules dueños de importantes corporaciones. Con el paso de los días, sus propios hijos crecerán observando, cada vez más lejos, la figura de su padre. Queda en última instancia en manos de ellos elaborar un relato comprensible de quién era su padre. Aquel Quijote, profesor de filosofía, desatento con sus hijos y siempre dispuesto a retorcer la realidad para hacer del mundo un reflejo de su voluntad.

Un Herralde de 1996

Rubert saltó a la palestra literaria con Mis días con los Kopp y en su segunda novela ya ha conseguido uno de los premios más prestigiosos de narrativa en nuestro idioma. Lo que le une a Rimsky, también ganadora este año, es el talento literario. Lo que separa a ambas autoras son más de treinta años que ponen el foco sobre una escritora tan joven como prometedora.

Con la historia que acaba de publicar le une un hilo de casualidades que va desde la profesión de su padre, el filósofo y divulgador Xavier Rubert de Ventós, y una estadía en Key Biscayne que le sirvió de inspiración. Entre la no ficción y la novela se mueve este caimán que es Los hechos de Key Biscayne.

Un libro complejo, precisamente por su forma y por el tema que aborda. Rubert nos habla de abusos en la adolescencia, pero lo hace desde la posición, tristemente habitual, de quien es demasiado joven como para identificarlo. Su protagonista, a través de quien vemos el cayo Vizcaíno, se ve envuelta en una vecindad plagada de relaciones oscuras e intereses que terminan por influir en una vida de la que su padre es cada vez menos partícipe.

Rubert escribe, en definitiva, sobre la manipulación que otros son capaces de ejercer. Una palabra de la que aprende su significado a través de otros, de quienes, como su hermano, sí que son capaces de ver las faltas de su padre, sus ausencias y la necesidad de que aquel hombre les trate como lo que son: sus hijos.

Rubert nos habla de abusos en la adolescencia, pero lo hace desde la posición, tristemente habitual, de quien es demasiado joven como para identificarlo

También escribe sobre la capacidad que otros tienen de convertir el mundo en su propio deseo. En esa manera de retorcerlo y convertirlo casi en un sayo, en un caparazón para aislarse de todo. Y también escribe sobre esa tensión que exige el divorcio a sus hijos. Es justo ahí donde la protagonista se convertirá en aliada de un padre a través del cual no es capaz de ver, anhelando una seguridad que nunca le será dada a fondo perdido.

Una historia que por momentos tiene ecos de La costa de los mosquitos de Paul Theroux, donde un padre fanático era capaz de arrastrar a su prole hasta el fin del mundo para cumplir sus propios deseos. La costa que describe Rubert está más en el centro del mundo que en su confín más alejado, pero cuenta con sus particulares animales. Peligrosos y atentos a cualquier debilidad con la que hacer carnaza de su próxima víctima.

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