Josephine Quinn

Traducción: Iván García Barbeitos

Editorial: Crítica

Año de publicación original: 2024

Para un español nacido alrededor de 2.000 años después de que comenzara la era cristiana, hablar de Occidente es hacerlo de su patria, del lugar en el que crecieron sus ancestros, unidos por una filosofía común al resto de patrias del continente y aún más allá, a todas aquellas naciones que se crearon al otro lado del océano Atlántico, colonizadas siglos atrás.

Damos por hecho que Occidente surge de Grecia y Roma, que tenemos unos valores compartidos... pero no es así

Occidente es, entonces, la cuna de la democracia, un lugar en el que los valores de la libertad, la justicia, la tolerancia y la racionalidad se comparten por todos los que lo integran. Donde la Grecia clásica y el Imperio Romano sirven como punto de partida y donde, durante muchos siglos, se situaba el vértice de la pirámide de razas.

Sin embargo, ni esa raza ha resultado ser superior a ninguna otra, ni sus límites han estado claros jamás (Occidente no tiene las mismas fronteras al este durante el Imperio Romano, que a lo largo de la Edad Media que en el época del Telón de Acero, por poner solo unos pocos ejemplos), ni podemos adjudicarnos en exclusiva unos valores concretos.

Es más, ni siquiera Grecia y Roma deberíamos considerarlos nuestro origen común.

Adiós a la historia de civilizaciones

La primera mujer en llegar a ser profesora de Historia Antigua en la Universidad de Cambridge, Josephine Quinn, lleva décadas de docencia e investigación sobre nuestro pasado. Y con la intención de derribar mitos, ha publicado este revelador ensayo, Cómo el mundo creó Occidente, en el que cuenta una historia ligeramente diferente a lo que hemos leído siempre.

Cada civilización estaba formada en realidad por grupos de seres humanos que prosperaron gracias al contacto con otros grupos

Quinn se propone, basada en estudios rigurosos y en revelaciones arqueológicas, romper con la clásica y encorsetada manera de pensar en el pasado basada en civilizaciones. La asiria, la cretense, la minoica, la griega, la romana, etc. Porque al estudiar nuestro pasado así, concebimos cada civilización como grupos aislados, con unas características comunes, ajenos a su entorno.

Pero nada fue tan sencillo. Cada una de las civilizaciones que hemos estudiado fueron en realidad grupos de seres humanos que prosperaron y crecieron en su entorno gracias al contacto con otros grupos externos, aprendiendo de sus conocimientos, enriqueciéndose gracias al comercio con ellos y expandiendo su genética al mezclarse unos con otros.

Una tierra interconectada

Desde Babilonia, entre los ríos Tigris y Éufrates (la actual Irak) hasta Huelva. Desde Amarna, en el Alto Egipto, hasta Escandinavia, productos como el ámbar, el estaño o el vidrio recorrieron miles de kilómetros por tierra y por mar, llevados por comerciantes que intercambiaban algo más que materias primas en sus viajes.

Avances tecnológicos, conocimientos, maneras de trabajar el campo o de navegar en el mar, todo fluyó a lo largo y ancho de Occidente

Avances tecnológicos, conocimientos, maneras de trabajar el campo o de navegar en el mar, todo fluyó a lo largo y ancho de aquel Occidente. De manera que piedras arrancadas de la fría tierra escandinava terminaron decorando los cuellos de importantes mandatarios egipcios. O al revés. En Ugarit, una ciudad en la actual Siria, se fraguó un invento que recorrería todo Occidente e influiría en su devenir: el alfabeto.

Cómo el mundo creó Occidente

Josephine Quinn repasa cuatro milenios de historia, desde el invento de la navegación a vela, que permitió recorrer distancias muy grandes en poco tiempo y con poco esfuerzo, ampliando los límites de todos los pueblos y multiplicando el comercio, hasta el llamado descubrimiento de América, en el que la "civilización occidental" se encontró con los pueblos precolombinos del otro lado del océano.

Y lo hace de un modo terriblemente ameno. Poniéndonos siempre en la piel de personas de la época, para que seamos capaces, como lectores desde el siglo XXI, de ser conscientes de lo que pasaba por la cabeza de un ciudadano de Micenas en el siglo XVII antes de la era cristiana o de un habitante del imperio romano que poblase la capital.

'Cómo el mundo creó Occidente' es un libro imprescindible para ser conscientes de que toda clasificación está limitando la realidad

Pero también describe cómo ha llegado a nosotros toda esa información. Cómo fueron las campañas arqueológicas que sacaron cada objeto del pasado a la luz y en qué contexto se hicieron públicos esos descubrimientos. Porque muchas veces, quien explica el relato dice exactamente lo que más le conviene, y no lo que más se acerca a la realidad.

Así, Cómo el mundo creó Occidente, es un libro imprescindible para ser conscientes de que toda clasificación, cuando hablamos de seres humanos, está siempre siendo una manera de limitar la realidad. Porque nos mezclamos, dependemos unos de otros y relacionarnos nos hace avanzar como especie.

Y aunque muchas veces nuestra manera de relacionarnos haya sido la violencia y las guerras, sin los demás no seríamos nada. Ni Occidente sería una palabra que tendría sentido hoy en día.

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