¿Cómo es posible que una novela cruda y deprimente sobre un grupo de jóvenes heroinómanos triunfe?
Pues precisamente porque pocas cosas nos pueden gustar más que una novela cruda y deprimente sobre una juventud echada a perder cortada con una buena dosis de humor negro.
Ver la vida (y los trenes) pasar
Por poner en contexto: a principios de los 90 la tasa de paro juvenil doblaba a la de mayores de 25 años en el Reino Unido. La desindustrialización de Escocia dejó algunas zonas en situación precaria, abocadas a un futuro de paro, delincuencia, alcohol y drogas.
Hoy, en Glasgow, la esperanza de vida es de 54 años. Parece que, como grita Renton en la película, "es una mierda ser escocés".
Esto es 'Trainspotting'. Un nombre que hace referencia a la afición a ver trenes pasar y también a inyectarse heroína, es un juego de palabras.
La primera novela de Irvine Welsh, ambientada en los suburbios de Edimburgo (precisamente no es la zona más afectada de Escocia), se convirtió en un éxito inmediato con un lenguaje punk ajeno a las normas ortográficas, que entusiasmó a la crítica y a los lectores que todavía hoy la van descubriendo. En Youtube encontramos decenas de críticas 30 años después de publicarse.
Adaptación al cine
Y si la novela fue un clásico inmediato, la película que la adaptó, también. Un éxito que pilló por sorpresa al propio autor.
La segunda cinta dirigida por Danny Boyle le situó como uno de esos nuevos directores británicos que tener en cuenta. Ewan McGregor se convirtió en una estrella gracias a este papel.
Hace apenas seis años la historia tuvo una segunda parte en cine basada en la segunda parte de la novela y una precuela que no han conseguido, sin embargo, la repercusión popular de la historia original.