Con su bigote puntiagudo, Hércules Poirot es, probablemente, el personaje más conocido de Agatha Christie. Le puso en el mapa cuando escribió su primera novela policíaca mientras trabajaba como enfermera en la Primera Guerra Mundial
Después se convirtió en todo un icono de su literatura. Un detective belga que también protagoniza una de las novelas más conocidas de la reina del crimen: 'Muerte en el Nilo'. Es la historia de un asesinato, pero también la de esos cruceros que veía desde el hotel en el que vivió en Asuán, en Egipto.
Interesada por la arqueología, la egiptología y lo esotérico, la línea que separó la ficción de la vida real de Agatha Christie fue siempre muy fina. Tanto, que uno de sus mayores misterios fue el que le sucedió a ella misma en 1926.
Una misteriosa desaparición
Su madre acababa de morir. Su marido se quería divorciar, había conocido a otra mujer y Agatha, simplemente desapareció. La policía encontró su coche en una cuneta pero de la famosa escritora ni rastro.
El misterio duró 11 días. Localizaron a Agatha en un hotel. Aseguraba que había perdido la memoria, que tuvo una crisis nerviosa. Pero en el hotel algo no cuadraba: no utilizó su nombre para registrarse, sino el de la amante de su todavía esposo.
Hay quien dice que quiso vengarse de él, ponerle en el punto de mira de la policía, pero el misterio de lo que sucedió en realidad durante aquellos 11 días Agatha se lo llevó a la tumba. Decía que los mejores crímenes para sus novelas se le ocurrieron fregando platos. Quién sabe si este, también, lo ideó en la cocina.