Año 1936. En plena Guerra Civil, la Cibeles tenía que ser protegida, sepultada bajo un manto de ladrillos. Edificios como la Biblioteca Nacional fueron blanco de bombardeos, y aún hoy guardan las cicatrices de la metralla.
"Lope de Vega perdió la cabeza. Quedó decapitado en ese momento y luego tuvo que reconstruirse", nos cuenta María Zaragoza señalando la estatua que hoy, reconstruida, preside la entrada a la Biblioteca Nacional.
Las bibliotecarias que lucharon por la cultura
Entramos con ella a esta histórica casa de los libros y nos conduce a la sala de ficheros. Con esas mismas tarjetas trabajó, en la ficción, Tina Vallejo, protagonista de la novela 'La biblioteca de fuego', Premio Azorón de novela. "Tiene que participar y lo hace además de corazón en las labores de salvamento del patrimonio bibliográfico y artístico español, que son las famosas cajas que no solo eran las cajas del Prado, sino también estaban los libros, manuscritos y piezas únicas. Y ahí trabajaron unas bibliotecarias con unas historias fascinantes de las que prácticamente no sabemos nada".
María Zaragoza reivindica así el papel de mujeres como Blanca Chacel, que arriesgó su vida para proteger el archivo bibliográfico. "Junto con su amiga Elena Gómez de la Serna, cruzaron la frontera a pie, con dos maleta de unos 30 kilos, hasta llegar Perpignan para coger el tren que las iba a llevar a Ginebra".
Libros en el frente de batalla
La novela recuerda también la labor de la Segunda República por llevar la cultura a toda la población, cuando la mitad no sabía leer ni escribir. Asegura la autora que esa formación llegó incluso al frente de batalla.
En las trincheras se podía ver a soldados con cuadernos de cálculo y clases de lectoescritura gracias a las cuales pudieron enviar y leer cartas para contactar con familiares y también periódicos con los que seguir la compleja actualidad. "Incluso durante la guerra estuvieron mandando baúles con bibliotecas con libros y prensa a los frentes. Para ellos era fundamental, el arma definitiva. El arte, la literatura, salvan el alma", asegura la escritora.
"El arte, la literatura, salvan el alma"
Un homenaje a quienes dedicaron su vida a salvaguardar la cultura y a preservar a los libros de las bombas o de quemas masivas como el 'bibliocausto' que el régimen llevó a cabo en 1939 para conmemorar el día del libro.
Un tributo a esas personas a las que debemos el patrimonio del que podemos disfrutar hoy cuando visitamos el Museo del Prado o la Biblioteca Nacional, personas que dieron su vida por la cultura y que en muchos casos cayeron en el olvido.