Nunca estuvimos listos. El coronavirus nos pilló con la guardia baja. Michael T. Osterholm, uno de los mayores expertos mundiales en epidemiología, ya lo había advertido hace tres años en su libro 'La amenaza más letal' (Planeta, 2017). "No sabemos cuál de las cepas de gripe que se conocen desencadenará una pandemia o si se tratará de una cepa totalmente nueva. Pero cuando ocurra, se habrá expandido sin que nos demos cuenta", escribe Osterholm.
No estamos libres de peligro
No ha sido la gripe. Ha sido un primo lejano. Un coronavirus. Ahora, su libro sale a la venta en nuestro país, pero actualizado con un prólogo en el que se centra en la COVID-19.
El epidemiólogo cree que es imposible prevenir un desastre como este al 100% porque vivimos en un mundo globalizado donde los virus pueden moverse rápidamente. Además, dependemos demasiado de la alimentación basada en la sobreexplotación animal. Es casi imposible decir que estamos libres de peligro.
Falta de inversión
Nuestro principal escollo empieza por la inversión. Según Osterholm, en Estados Unidos solo se destinan unos 40 millones de dólares al año para la investigación de la gripe. Para el SIDA, se invierten 1.000 millones. Con esta misma cantidad, se podría buscar un remedio universal que no nos obligara a vacunarnos cada año. Con los coronavirus, el ejemplo es el mismo.
"Si se hubiesen dedicado recursos a investigar el SARS, hoy estaríamos más preparados"
También hay una falta total de anticipación. Hay que pensar en el largo plazo, porque tan pronto como una enfermedad remite, parecemos olvidarnos de ella hasta la siguiente ocasión. Osterholm sentencia que "del SARS nos olvidamos, pero si se hubiesen dedicado recursos a investigarlo se habría avanzado mucho y ahora estaríamos mucho más preparados para pelear contra la COVID-19. (...) El mundo lo está pagando con un precio terriblemente alto".
Pero el precio más alto de todos sería que desperdiciásemos esta crisis sin aprender de ella.