Era el hombre más poderoso de España. El primer estadista ilustrado de nuestra historia. El encargado de devolverle la gloria al Reino.

"Era una persona fascinante en todos los sentidos", dice el escritor Raúl Quinto. "Tenía una mentalidad muy progresista, sus mejores amigos eran científicos y tenía una visión total de lo que debía ser España para modernizarse. Pero, al mismo tiempo, fue un genocida en términos actuales".

"El Marqués de la Ensenada tenía una mentalidad muy progresista, pero, al mismo tiempo, fue un genocida"

El Marqués de la Ensenada tenía un plan para que España se subiera al carro de la modernidad, pero en ese proyecto sobraba el pueblo gitano. "Se consideraba al pueblo gitano como una raíz infecciosa, como algo ingobernable, algo que no era útil para el Reino, así que la mejor solución era acabar con ellos".

La Gran Redada

La noche del 30 de julio de 1749, con el apoyo de la Iglesia Católica y de la Corona, el Marqués de la Ensenada inicia uno de los capítulos más oscuros y desconocidos de nuestra historia: la Gran Redada.

"Hay cifras que hablan de once mil, doce mil personas que fueron perseguidas, detenidas, arrancadas de sus vidas para buscar su extinción", recuerda Quinto. "El Marqués de la Ensenada tenía incluso más poder que el propio Rey Fernando VI, entonces muchas veces sus deseos eran órdenes. Y así fue con la Gran Redada".

Pero en medio del intento de genocidio, "la mentalidad pragmática del Marqués vio la luz", explica el escritor. "Pensó: antes que expulsarlos o eliminarlos, utilicémoslos como mano de obra gratuita y, mientras, que se vayan extinguiendo".

"Fue la punta del iceberg de una trayectoria de siglos de persecución legal e institucional"

A los miles de detenidos se les incautaron todas sus pertenencias. Separaron a los hombres y mujeres para que no pudieran reproducirse: ellas, junto a los niños, "fueron abandonadas en baluartes y fortalezas ruinosas durante años"; y a ellos, a los mayores de siete años, los mandaron a los arsenales de todo el país para trabajar en la reconstrucción de la armada española.

Tuvieron que pasar 18 años para que llegara la amnistía, como recuerda Raúl Quinto en su libro Martinete del rey sombra, con el que ha ganado el Premio de la Crítica en la categoría de Narrativa: "Aquello no fue un momento puntual. Fue la punta del iceberg de una trayectoria de siglos de persecución legal e institucional contra el pueblo gitano que continuó después”, señala. “Lo del Marqués solo es un jalón más en ese camino".

Literatura para fijar la memoria

"¿Cómo es posible que algo así sucediera aquí, en nuestro país, y no tengamos ni idea?", se pregunta Quinto, que también es profesor de Historia en un instituto y nunca había leído este episodio en los libros escolares. "Los gitanos no han tenido la oportunidad de contar su propia historia, siempre se ha contado desde fuera, y la historia oficial no ha puesto el foco en la Gran Redada por considerarse algo menor".

Con Martinete del rey sombra busca retratar parte de un siglo de las luces "que también proyectó sombras, como cualquier realidad". "La memoria histórica no es la búsqueda de revancha, no es la búsqueda de la humillación para nadie", explica el autor. "La memoria histórica es reconocernos a nosotros mismos en cuanto a las raíces de lo que somos. Es importante saber quiénes somos para intentar ser mejores de lo que hemos sido".

"El arte tiene la responsabilidad de fijar la memoria"

Y el arte juega un papel clave en la reconstrucción de la memoria. "Conocemos la historia de Guernica por el cuadro de Pablo Picasso, conocemos tantas cosas del Holocausto porque hemos visto 'La lista de Schindler', porque hemos leído Maus... El arte tiene la responsabilidad de fijar la memoria, sobre todo cuando el poder pone el foco en otro sitio".