En 1956 el NODO nos vendía a los españoles las bondades de Benidorm. Aquel "pueblecito alicantino que se ha convertido en atractivo lugar de turismo", como decía el noticiario, atrajo a muchos visitantes.
Benidorm, destino ideal para extranjeros
Sus pintorescas calles, su "moderna" arquitectura y, por supuesto, también sus playas. Las primeras de toda España, por cierto, en las que se permitió el uso de bikini. Pero volvamos a ese verano de 1956 porque una de esas bañistas que muestra el noticiero español es Sylvia Plath, la poeta estadounidense que, dicen, mejor supo plasmar sobre el papel sus desequilibrios mentales.
"La violencia y la descripción minuciosa de la angustia y de sus decepciones", explica la profesora de literatura Cristina Oñoro.
La luna de miel de Sylvia y Ted
Plath llegó a la costa alicantina para pasar su luna de miel. Confesaron los que la conocieron que aquel mes fue uno de los más felices de su vida, y lo dejó reflejado en unos dibujos y en su obra escrita:
«Vi aquel mar azul centelleante, la limpia curve de sus playas, sus inmaculadas casas y calles -todo, con una pequeña y relumbrante ciudad de ensueño-, sentí instintivamente, igual que Ted, que ése era nuestro lugar».
Su relación con Ted Hughes, su marido, también la marcó. Porque la felicidad del matrimonio duró poco. "Ted Hughes le fue infiel a SP y esas infidelidades desencadenaron la crisis en la que se vio sumida justo antes de suicidarse...".
La depresión que acabó con Sylvia
Una discusión fue la gota que colmó el vaso en la salud mental de la poeta, que ya a los 17 años intentó suicidarse. Los cuatro meses anteriores habían sido un calvario porque, en los años cincuenta, el único tratamiento para la depresión (y más aún la femenina) era el manicomio y el electroshock.
Su propia hija, Frieda Hughes, reconocía cómo le había afectado la relación de sus padres cuando supo de ella al leer 'La campana de cristal': "Cuando leí la novela no quería que fuera real, deseaba que todo el sufrimiento fuera ficción. Ahora no puedo hacer otra cosa más que aceptarlo y ojalá pudiera borrarlo".
En febrero de 1963, pocos días después de escribir una carta al adúltero Ted, en el que le anunciaba su intención de separarse, Sylvia Plath se suicidó en su casa de Londres, metiendo la cabeza en el horno. La poeta tenía solo 30 años. Un mes antes se publicó 'La campana de cristal', novela en la que plasmó sus problemas de salud mental.