Fellini describió Venecia como "una invención del teatro, un sueño". Y dramáticos, los venecianos, siempre han sido.
En plena Edad Media, Venecia fue uno de los grandes focos de la temible peste negra. Allí la indumentaria de los médicos se hizo popular: abrigo de cuero, sombrero de ala ancha, gafas y su máscara de pico que además, de aislar, servía para ahuyentar a los pájaros portadores de la Peste negra, según la creencia veneciana. No es de extrañar que el mundo del carnaval haya absorbido este pintoresco atuendo.
Y es que Venecia suena más a fantasía que a realidad. El decorado ya estaba hecho, solo había que poner en frente una cámara... y algunas lanchas persiguiéndose para lograr taquillazos.
El mal endémico del turismo veneciano
El magnetismo veneciano no era cosa solo de Casanova. La ciudad ha sido un reclamo turístico ya desde el siglo XVII, cuando los nobles europeos surcaban Italia en su 'Grand Tour' que, por supuesto, incluía esta parada. De hecho, podría decirse que de ahí salieron los primeros souvenirs. Canaletto vendía sus obras para que los viajeros se llevasen un bonito recuerdo de un lugar que, en realidad, tenía bastante peor aspecto.
Pero lo importante es que se vea bien en la foto ¿no? Porque entre los cruceros, los paseos en góndola, los museos, la visita a la basílica de San Marcos, los hoteles y los miles de restaurantes, Venecia es una de las ciudades más turísticas del mundo. Treinta millones de personas al año recorren sus calles, lo cual ha provocado el desgaste de edificios, la pérdida de pequeños comercios, la práctica inhabitabilidad para sus habitantes y la contaminación de sus aguas.
'Con el agua al cuello' (Seix Barral, 2020), el nuevo thriller de Donna Leon, lleva al lector por las calles de Venecia para reflexionar sobre el estado de sus canales. Una lectura que hace que la imagen de los últimas días de una Venecia desierta parezca de otro tipo de cuentos.