El sueño era tener una casa donde poder fundar una familia. Un lugar tranquilo, alejado del ajetreo de la ciudad, con una piscina comunitaria.
En los años del boom inmobiliario se construyeron cinco millones de viviendas en España distribuidas en urbanizaciones. Los ayuntamientos de los pueblos daban licencias y la población de estos municipios creció tanto que no había servicios para abastecer a todos. Y, como explica el periodista Jorge Dioni López, "al no haber servicios públicos, lo que hacen es promover ese buscarse la vida, ese principio de individualidad".
Una vida pegada al coche
Así, llegamos a lo que el periodista Jorge Dioni denomina 'La España de la piscinas': comunidades cerradas, desconectadas de los pueblos a las que pertenecen, basadas en el consumo en centros comerciales. "Todas esas personas van a tener que usar el vehículo privado constantemente".
Un modelo poco sostenible que vuelve su espalda al espacio público y a la diversidad. "Si todos a tu alrededor son parecidos, la concepción de qué es otro, qué es diferente, se reduce bastante".
Ciudades de padres e hijos
Pero con unos precios más asequibles, resulta más fácil estabilizarse en una ciudad dormitorio que en el centro de una gran urbe. "Hay una pirámide de población bastante homogénea que son adultos entre los 40-45 y luego alrededor de los 10 años". Aislados, los chalets se erigen reflejando a los individuos que albergan.