Esta historia va sobre una vacuna y un virus, el de la viruela, que se colaba en millones y millones de hogares de todo el mundo en el siglo XVIII. Una enfermedad mortal en muchos casos que no entendía de clases.
Y daba igual el estatus social del que procedieras: el propio Carlos IV perdió a varios miembros de su familia. Gracias a eso, él mismo impulsó la Real Expedición Filantrópica de la vacuna, un hecho histórico que cuenta Javier de Isusi en su libro 'El mar recordará nuestros nombres'.
"Llevaremos al Nuevo Mundo el descubrimiento inglés ese de la vacuna".
Edwar Jenner descubrió en 1796 que la viruela que padecían las vacas era mucho menos grave que la de los humanos. Y ahí estaba la clave, pero para salvar vidas, había que emplear niños.
Por eso en la Expedición zarparon 22 niños sanos, menores de 10 años de un orfanato de A Coruña. Junto a ellos viajaba su rectora, una enfermera de nombre ya familiar: Isabel Zendal. Ella se unió a la expedición junto a su hijo Benito Vélez.
Enfermar para salvar vidas
El procedimiento era el siguiente: tenían que infectar a un niño con la viruela de la vaca, extraían pus de sus pústulas y lo introducían en un niño sano. Así conseguían que esa viruela más débil entrara en el cuerpo del niño y obtenían la inmunidad.
Al frente de la expedición, Francisco Xavier Balmis y Berenger, médico militar. En total 37 personas emprendieron en 1803 desde A Coruña, a bordo del María Pita, la campaña sanitaria más importante hasta ahora.