Es un Santo. La Iglesia Católica así lo decidió en 2002 tras atribuirle dos milagros. Ya iremos con eso después. He decidido empezar por aquí porque no todos los días el Vaticano se pone a canonizar. Y no lo hace a lo loco.

La figura de Josemaría Escrivá de Balaguer era preeminente en aquellos años. Incluso después de muerto. No en vano, Balaguer era el responsable de haber creado uno de los grupos religiosos más poderosos asociados a la Iglesia Católica: el Opus Dei.

Estas dos palabras significan, literalmente, la obra de Dios. Y eso es, precisamente, lo que el sacerdote nacido en la localidad oscense de Barbastro en 1902 pretendía: que todo el mundo siguiese la obra de Dios. Sus primeros años marcaron ese carácter de persona tocada por el Señor que muchos años más tarde se le atribuyó.

Tocado por el cielo

Con tan solo dos años de edad, Escrivá de Balaguer estuvo a punto de morir por un cuadro de meningitis aguda. Sus padres se encomendaron a Nuestra Señora del Sagrado Corazón y pidieron encarecidamente por su curación. Prometieron que, si Josemaría sanaba, peregrinarían en romería a una ermita cercana a su pueblo. La de Torreciudad.

A la mañana siguiente, el niño se levantó como si nada y sus padres cumplieron la penitencia. Por eso, tiempo después, Escrivá de Balaguer mandó construir un santuario al lado de la antigua ermita. Pero sigamos con su obra.

Escrivá de Balaguer oyó la llamada de Dios al ver a unos monjes carmelitas andar descalzos en la nieve en pleno invierno

Escrivá de Balaguer oyó la llamada de Dios al ver a unos monjes carmelitas andar descalzos en la nieve en pleno invierno. Quedó impresionado. Si ellos eran capaces de pasar ese frío y esas penurias por servir al Señor... ¿qué podría hacer él?

A través de sus años de sacerdocio y su formación universitaria, una idea se fue formando en su cabeza. Quería que toda nuestra existencia estuviese guiada por los designios del Señor y que nos entregásemos a él hasta en las rutinas más simples para alcanzar la perfección.

Se trataba de una llamada universal a la santidad. Al principio, la visión de Escrivá era tremendamente cristiana y abarcaba ideas como la caridad, la compasión y el perdón, pero con el paso de los años esas ideas iniciales se fueron pervirtiendo para poder hacer crecer y controlar un movimiento que funda oficialmente en Madrid el 2 de octubre de 1928.

El método Escrivá de Balaguer

Escrivà de Balaguer estaba convencido de que en el Opus Deisolo podía haber hombres, pero cambió de parecer tras darse cuenta de que ellas podían ser tremendamente útiles a la hora de captar nuevos miembros y porque, sinceramente, apenas había podido sumar adeptos.

Para seguir el camino de Dios mandaba dormir en el suelo, castigarse con un cilicio y golpearse con unos latiguillos

En el libro Opus, el periodista Gareth Gore condensa cinco años de investigación donde se lee y se comprende perfectamente cómo este sacerdote venido de un pueblo de Huesca logró crear y expandir un poder que iba mucho más allá del poder de Dios. Tenía un método. Un manual secreto de reclutamiento oculto al exterior (incluidas las autoridades vaticanas) titulado Instrucción sobre el modo de hacer proselitismo.

Así lo hacía, tal y como relata Gore en el libro: "Escrivá ordenó a sus seguidores que centrasen sus esfuerzos en los jóvenes y evitaran a cualquiera con más de 25 años porque tenían costumbres más fijas y eran más difíciles de convencer. Entendió el potencial de reclutar a la próxima generación de funcionarios y empresarios. Son los que darían forma al futuro de España. Si los captaba, podría influir en el futuro".

Y no lo hacía con mano blanda, la vida consagrada al Opus Dei suponía sufrir. Tanto él como sus seguidores tenían que, por ejemplo, "dormir en el suelo, castigarse el cuerpo por medio de un cilicio apretado en el muslo durante dos horas al día y golpearse con unas "disciplinas" (latiguillo de cuerda) una vez a la semana". Según Escrivá, la finalidad de estas prácticas era unirse a la cruz de Cristo, domar las pasiones y obtener dones de Dios, castigando el cuerpo y refrenando la voluntad.

Para que sus adeptos siguieran correctamente su programa de vida espiritual, y con la ayuda económica de su madre, a la que convenció para vender dos propiedades heredadas, abrió una residencia de estudiantes. Pero, como cuenta Gareth Gore, "pronto se dio cuenta de que el dinero de su madre no bastaría para pagar la nueva residencia del Opus Dei, y ordenó a los miembros que volvieran con sus familias (aquellas de las que los había animado a alejarse) y les pidieran dinero. Ese distanciamiento selectivo (apartarse de la familia salvo cuando se necesitaban ingresos) se convertiría en un tema recurrente para la familia del Opus Dei".

La expansión

San Josemaría quería más. A pesar de haber ordenado a sus dos primeros sacerdotes a mediados de la década de 1940 y hacer todavía más oficial el movimiento, quiso expandirlo por el mundo. Se fue a Roma y se acercó al papa. Sus dotes persuasivas eran ciertamente santas porque consiguió la primera aprobación pontificia en 1947.

Escrivá de Balaguer siguió expandiendo el Opus Dei por numerosos países en las décadas sucesivas y consiguiendo una influencia cada vez mayor en determinadas esferas de poder.

En el libro 'Opus' podemos comprender perfectamente como este sacerdote creó un poder que iba mucho más allá que el de Dios

Su poder económico era incontestable. De hecho, fue ese poder centrado en el extinto Banco Popular español y su caídalo que trajo a Gore a nuestro país y le empujó a descubrir el camino de una organización que sigue teniendo mucha influencia hoy. Como decía al principio, Josemaría Escrivá de Balaguer fue beatificado y canonizado.

Se le atribuyen dos milagros después de muerto. El primero fue la curación de una úlcera gástrica y un tumor que padecía una monja emparentada con miembros de la Obra. El otro, la curación mediante la imposición de una estampita de Escrivá, del médico Manuel Nevado Rey que, como consecuencia de la exposición a los equipos de radiodiagnóstico, sufría radiodermitis desde hacía muchos años.

Los dos milagros ocurrieron en tiempo récord. Nunca antes la Iglesia Católica había canonizado a nadie en un periodo tan corto. Solo pasaron 17 años desde la muerte de Escrivá hasta su santificación. Así es el poder y la fe. Lo pueden todo. Y en Opus hay más que indicios de ello.