El reloj de la estación de autobuses de Pamplona marca una cita con la historia. El 18 de julio de 1936, la víspera del golpe de estado, dos políticos republicanos se escondieron en él y eso les salvó la vida. Los dos vivían en el edificio y cada vez que alguien venía a buscarlos trepaban por esa trampilla oculta tras un armario. Se pasaron tres meses así hasta que pudieron huir. Uno de ellos era Enrique Cayuela, Secretario Municipal de Izquierda Republicana.
Lo cuenta Eduardo Martínez Lacabe en su libro 'Y el tiempo se detuvo'. Un cuidado ensayo en el que repasa la historia de los Cayuela. "La esfera del reloj es blanca y se iluminaba de noche y desde fuera podía intuirse que había alguna figura humana. Así que cuando llegaba la noche tenían que estar boca abajo dentro del reloj para evitar ser descubiertos".
Del reloj a una nueva vida en Chile
Aquel edificio además era la boca del lobo, porque la mayoría de vecinos eran carlistas y monárquicos. Y por si fuera poco, desde la plaza que se veía delante del reloj salían cada día las tropas nacionales que iban al frente.
Enrique Cayuela consiguió huir con su mujer y se exilio en Chile. Desde allí vinieron este verano sus descendientes, dispuestos a conocer el cubículo en el que se escondió su abuelo y que le salvó la vida.
La historia de Natalio Cayuela
El protagonista del libro, sin embargo, no es Enrique Cayuela, sino su polifacético hermano mayor, Natalio: abogado, secretario de la audiencia de Navarra, presidente de Osasuna, de la Cruz Roja Local y su perdición, dirigente de Izquierda Republicana. "Las personas que pertenecían a Izquierda Republicana eran peligrosas porque eran de alta clase social. Eran catedráticos, abogados, profesores, con mucha cultura... y solían ejemplarizar con ellos porque era peligroso que personas como ellas reivindicaran una mejora de la sociedad".
Natalio hizo historia en Osasuna alcanzando la primera división un año antes de que a él sí le detuvieran el tiempo. Murió fusilado en la matanza de Valcardera.