La movida madrileña es para los nacidos a finales de los 80 una especie de sueño. Han visto los conciertos que quedaron grabados, la ropa de cuero, el pelo cardado. Los relatos que cuentan sus padres les hacen incluso sentir nostalgia por algo que no vivieron.
Uno de estos niños, se pregunta: "¿Dónde hubiéramos estado? ¿Cómo nos hubiese gustado vivirla? Hasta que un amigo mío dijo: 'Pues yo a lo mejor me hubiera muerto de sobredosis'. Y yo pensé: ¿Qué hubiera ocurrido conmigo, que soy homosexual, y que había otra epidemia, que era el sida?".
La ficción como documento
Realizar una radiografía social de un momento idealizado. Esa fue la premisa que llevó a Enrique Llamas a escribir 'Todos estábamos vivos' (Alianza Editorial, 2020), pero nacido en 1989, tuvo primero que documentarse para meterse en la piel de sus personajes, y lo hizo fijándose en la ficción de la época. "Me sirvió mucho 'Crónica del desamor' de Rosa Montero, las películas de Eloy de la Iglesia, las primeras películas de Almodóvar... Ahí fui recogiendo expresiones, muchas de ellas también se las había oído a mis padres".
Las dos caras de la misma moneda
Enrique se da cuenta que muchas de los representantes de la cultura de la época fallecieron: "España se estaba empezando a situar a nivel social igual que el resto de Europa, y por otro lado hay unos problemas de drogadicción y mortalidad juvenil muy elevada y una crisis económica que no hacía si no ahondar todo esto".
Una dicotomía que llegaron a percibir los niños de los 90 : "Yo crecí con un miedo terrible a las drogas, un miedo terrible a los parques porque era donde estaban los yonkis". Lugares que permanecen igual, testigos de una época donde todos estábamos vivos.